viernes, noviembre 03, 2023

El Árbol de mis Confesiones

 EL ÁRBOL DE MIS CONFESIONES

Eduardo frente al árbol de sus

Confesiones. Octubre del 2023


A eso de las dos de la tarde Josh terminó su trabajo. Subió al camión grúa equipado con una cesta para labores en altura que había usado para cortar el árbol, y se marchó. Durante la jornada su hermano y su cuñada se encargaron de limpiar los troncos grandes y las ramas menores de la tala. Cuando en aquel sábado de otoño la faena terminó yo me quedé mirando por unos minutos al tocón de veinticinco centímetros de alto que quedó de lo que había sido el árbol de mis confesiones.


A mediados de noviembre del año pasado el árbol parecía estar en buenas condiciones. Se trataba de un arce, y como todos los árboles de hoja caduca había perdido ya su follaje. Era otoño en esta parte del mundo, la vegetación poco a poco se había desnudado y cual bella durmiente ingresaría en sueño profundo a lo largo del invierno.


Los meses invernales de enero, febrero y marzo llegaron y se fueron. Y con abril arribó la primavera. Los árboles esqueléticos empezaron a despertar de su letargo, las ramas se fueron inundando de brotes los cuales se convertirían en las hojas de mayo. Pero mi árbol durmiente no se despertó. O por lo menos no del todo. A las justas como que intentó desperezarse y echó brotes sólo en pequeñas partes de su ramaje. 


Y sobre piedras, palos. Algo inesperado ocurrió en mayo: el día dieciocho hizo tanto frío que batió varios récords climáticos de larga data en New Hampshire. La frígida temperatura afectó árboles, arbustos, plantas, y trajo pérdidas millonarias a los agricultores en New Hampshire. Y es muy posible que ese gélido día le puso la estocada final al árbol de mis confesiones.


Conforme transcurría mayo se fue acentuando mi certeza que algo no andaba bien, pues con excepción de este árbol los demás en la vecindad ya habían empezado a cubrirse de hojas. Se lo hice notar a Terry al tiempo que le pedí considerar la posibilidad de talarlo. Su respuesta fue, “Primero tenemos que hacer todo lo posible por salvarlo”. Las semanas y meses fueron pasando y no pudimos encontrar un experto arbolista para que venga a verlo. Mi esposa se resistía a la idea de derribarlo, pero para mí la suerte ya parecía echada. 


Durante mis trabajos en los jardines de la casa en junio empecé a notar una lluvia de trocitos de corteza bajo el árbol, lo cual era señal de mala salud. Y poco tiempo después empezaron a caer también pedazos de ramas secas. Mi mayor preocupación era el arribo del invierno a fines de diciembre, pues un árbol en mal estado no sobrevive a las tormentas de viento, nieve y hielo típicos de la estación. Y si caía el árbol, destruiría la casa.


En realidad ahora no tengo duda que el árbol ya había estado enfermo desde el año pasado. Pero en su momento no supe ver los síntomas que frente a mis ojos revoloteaban: los pájaros carpinteros. Ocurre que cada mañana oía el incesante martillar de estas aves. E igualmente lo escuchaba hacia el final de la tarde al regresar del trabajo. Picoteaban en diversos árboles pero especialmente en el de mis confesiones. Por esos días a manera de anécdota se lo contaba a mis amigos, pero sin conectar aún los puntos de algo que debió ser más obvio para mí: los pájaros carpinteros prefieren la madera blanda de los árboles enfermos, y encuentran en ellos más insectos y otros organismos para alimentarse que en los árboles saludables.


El debate sobre si el arbolista que queríamos contratar iba a cortar el árbol o intentar curarlo quedó zanjado el 23 de septiembre último. Fue sábado y yo debía llevar mi basura al relleno sanitario del pueblo. Durante las últimas semanas había notado que en una parte del techo se estaba acumulando los desechos que caían del árbol. Así que ese día decidí limpiarlo y hacer un solo viaje al vertedero con toda la basura. Estando arriba algo me sorprendió: una de las ramas había caído como jabalina y perforado una de las tejas de asfalto del techo. Ese día Terry y yo decidimos cortar el árbol.


En octubre del año 2011 inicié el blog Confesiones a un Árbol. En el relato inaugural expliqué el porqué de su nombre. Ahí decía que escribo en un laptop que descansa sobre una pequeña mesa ubicada en el dining room, junto al piano, y contra una ventana que mira hacia una parte de las áreas verdes de la casa. Y mencioné también lo siguiente:


“Durante las madrugadas y parte de mis fines de semana, escribo para diferentes proyectos que tengo en mente. Son horas y horas sentado frente al computador, la mesa, y la ventana. Y como toda persona que escribe sabe muy bien, son también momentos interminables cuando la inspiración, o la palabra o el dato correcto no acuden a la mente. Entonces miro hacia afuera, a través de la ventana.


¿Y qué encuentro?


Un árbol.


Exactamente a cuatro metros de mi ventana se ubica un árbol. De tanto mirarlo hemos devenido en amigos. No es muy diferente de cualquier otra relación de la vida: de tanto compartir el tiempo con alguien al final se deviene en buenos compañeros. Horas de insomnio, horas de abundancia y de falta de inspiración. Horas de mirar al árbol, y de búsqueda de respuestas.” 

 

Josh llegó a las ocho y media de la mañana del sábado 28 de octubre para cortar el árbol. Él es familiar de nuestros vecinos Zack y Kate quienes lo habían recomendado. Se trata de un arbolista profesional con amplia experiencia y gran destreza en su trabajo. La semana había empezado con mucho frío pero mejoró conforme fue avanzando, y el sábado fue de lo mejor: cielo azul, temperatura cálida, y sin vientos fuertes. Un día perfecto para el trabajar al aire libre. La noche anterior yo había ido a la cama con sentimientos encontrados. Aliviado de saber que el árbol ya no iba a ser un peligro, y apenado por la pérdida de su compañía. Me desperté con buen ánimo. Había tanto por hacer que ni tiempo iba a tener para las preocupaciones.


Josh se plantó frente al árbol de 23 metros de altura y 60 años de existencia, lo estudió con cuidado, subió a la cesta de la grúa, desenfundó la motosierra y empezó su trabajo. Primero cortó el ramaje exterior para ganar acceso a las grandes ramas interiores. Según escogía sus cortes la canasta subía o bajaba al tiempo que rotaba alrededor del árbol como en un juego mecánico de feria. Al medio día sólo quedaba la figura de candelabro dibujada por el tronco principal y unos cuantos muñones. Y al cabo de un rato únicamente permanecía de pie un gran tronco de cuatro metros de altura y ochenta centímetros de ancho. Entonces Josh bajó de la grúa y cortó una muesca en ángulo de cuarenta y cinco grados, y un tajo lineal detrás de la misma. El fornido leño trepidó. Acto seguido Josh soltó la motosierra, cogió una cuña y la clavó detrás de la muesca. Y el madero se desplomó sobre un colchón de leña que amortiguó su caída.


Va a a ser extraño mirar a través de la ventana y no ver al árbol de mis confesiones, pero el mundo sigue andando, y la inspiración aún goza de buena salud. Este es sólo el final de un capítulo. Y el comienzo de otro.


New Hampshire, USA

Noviembre, 2023


FOTO 1

Eduardo frente al árbol de sus

Confesiones. Octubre del 2023


FOTO 2

El árbol de las confesiones soporta 

la caída de otro árbol. Mayo del 2010


FOTO 3

Árbol caído sobre la parte frontal 

de la casa. Invierno del 2011


FOTO 4

Tala del árbol de las confesiones (28/10/2023): “Según escogía sus cortes la canasta subía o bajaba al tiempo que rotaba alrededor del árbol como en un juego mecánico de feria”.


FOTO 5

Tala del árbol de las confesiones (28/10/2023): “Al medio día sólo quedaba la figura de candelabro dibujada por el tronco principal y unos cuantos muñones”.


FOTO 6

Tala del árbol del árbol de las confesiones (28/10/2023): “Entonces Josh bajó de la grúa y cortó una muesca en ángulo de cuarenta y cinco grados, y un tajo lineal detrás de la misma”.


FOTO 7

Tala del árbol de las confesiones (28/10/2023): “Y el madero se desplomó sobre un colchón de leña que amortiguó su caída”.


FOTO 8

Tala del árbol de las confesiones (28/10/2023): “Cuando en aquel sábado de otoño la faena terminó yo me quedé mirando por unos minutos al tocón de veinticinco centímetros de alto que quedó de lo que había sido el árbol de mis confesiones”.



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17 comentarios:

  1. Sofía Alejandrina Torrejón López3 de noviembre de 2023, 8:10 p.m.

    Excelente

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  2. Marco Antonio Arroyo Benites3 de noviembre de 2023, 8:28 p.m.

    ¡Excelente historia… Como siempre!!
    Como buen amigo que eres,
    Despides a tu Árbol con este relato,
    Como tantos otros que escribiste bajo su compañía e inspiración.
    Y qué bueno que abras otro capítulo,
    Para que tu pluma siga avivando nuestros recuerdos,
    Para que tu pluma siga haciendo historia,
    Para que tu pluma nos recuerde de dónde venimos
    Y rescates del olvido a hechos y/o personajes que hicieron historia en nuestro querido puerto Chimbotano.

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  3. Mi más sentido pésame por la pérdida de un gran amigo. Siembre otro.

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  4. Escuela Gómez de Chimbote3 de noviembre de 2023, 8:47 p.m.

    Muchas gracias a Confesiones a un Árbol por la oportunidad le leer tantas bellas historias, muchas de ellas relacionadas a nuestra escuela, barrio, iglesia, Pampa de fútbol, etc. Saludos para toda nuestra Promoción 1972 de la Escuela Gómez de Chimbote.

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  5. Debe ser penoso para ti, conociendo tus sentimientos y apego a ciertas cosas, personas o situaciones. Sería bonito que con ayuda de una persona conocedora, te recomiende o ayude con la siembra de un arbolito de pronto crecimiento y frondoso de directo mirar o crecimiento vertical y no con tantas ramas laterales. Con ayuda de Google revisa el diseño o tipo de arbolito que te guste y siembres y empieza amarlo como un hijo y te encariñarás de ese nuevo a árbol a crecer, en el mismo lugar del "difunto".

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  6. Es una bonita historia con un final penoso, ahora quien será el que te acompañe en tus nuevas inspiraciones, relatos, escritos, historias, etc tendrás que volver a plantar otro árbol nuevo, la vida es así mi estimado Eduardo......se nace, se crece, y se muere como el caso de tu amigo el árbol.....CONFESIONES A UN ARBOL ....nombre que quedará en memoria y recuerdo a ese hermoso árbol que fue, agradezco y espero siempre disfrutar de tus lindas historias. Te mando un saludo y todos los éxitos en tus proyectos.

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  7. Alicia Castillo de Sirvas4 de noviembre de 2023, 12:12 a.m.

    Siempre es triste perder algo o alguien que significó mucho en tu vida. Lo siento mucho pero como dijiste el mundo sigue andando y siembra otro al que cuidaras con esmero y te acompañará en tus nuevas confesiones. Un abrazo a la distancia saludos a tu esposa Terry y a tu hijita Elsita.

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  8. Buena narrativa que te atrapa de principio a fin.... Felicitaciones Eduardo.

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  9. This is wonderful , thank you for being a great neighbor .

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  10. EDDY NO ME HABIAS CONTADO NADA DE TU ARBOLITO,, QUE PENA AMIGUITO PERO COMO TU BIEN DICES ES EL COMIENZO DE OTRO CAPITULO,, ESTE ES UNO DE TUS MAS BELLOS RELATOS DESDE LAS PRIMERAS PALABRAS HASTA EL FINAL,, YO QUE ME MUERO POR SALTAR A VER EL FINAL JAJA,, FELICITACIONES EDDY

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  11. Como siempre ¡ Excelente historia! Una publicación con mucho sentimiento

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  12. Excelente relato dedicado a tu
    ÁRBOL DE CONFESIONES .
    Me imagino como te sientes Eduardo.
    Al principio te parecerá raro, triste pero saldrán otras inspiraciones desde muy adentro de tus pensamientos.
    Crecerá otro árbolito talvez ya más chico que adorne tu frontera.
    Un abrazo desde el rico Chimbote.

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  13. Que pena amigo, perder a tu arbol de inspiracion, pero reemplazalo por otro, en poco tiempo lo veraz crecer, por algo suceden las cosas, saludos, un abrazo

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  14. Eduardo felicitaciones y exitos. Trasparencia y sentimientos en tan lindos relatos que nos transportan a un sentir inexplicable de admirar la creacion. Un arbol, un pajarito, etc.

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  15. Hermoso relato amigo Eduardo, situaciones dificiles que tenemos que afrontar, pero es parte de nuestra existencia, pronto encontraras otra fuente de inspiración para continuar con lo que te gusta y apasiona, un fuerte abrazo!!!

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  16. Excelente, saludos Eduardo. Me imagino que ese el árbol que tanto comentas, en tú narración amigo.

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  17. Buenos días yo acá en Berlín Alemania, me tomé un tiempo para leer tu historial del Arbol de mis Confesiones, claro que todos tus seguidores conocíamos ese lindo Árbol, por fotos, y ya lo queríamos por ser parte de tus relatos y hoy es una pena saber ya no está.
    Adelante hermano Eduardo que nos deleitas con tus lindas Historias.
    Saludos tú Hermana
    María.

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