viernes, octubre 02, 2020

Dos Pinturas Para Mi Madre

 

DOS PINTURAS PARA MI MADRE


“Es un encuentro de tres amantes de las plantas”, dijo el escritor Percy Robles Guibovich cuando apareció fuera de su sala, para luego cruzar el amplio patio-jardín que rodea su casa en la urbanización La Caleta de Chimbote y darnos la bienvenida frente a la reja de entrada.


Yo había estado de visita en el Perú. Y a menudo escuchaba las quejas de mis amigos por el frío y las recomendaciones de mi mamá para que me abrigara, pero encontraba perfecto el clima de mi puerto. Con el paso de los años me he habituado al brutal invierno del noreste norteamericano, aunque no puedo decir lo mismo del calor. Viajar a mi tierra permitía escaparme por tres semanas del agobiante verano en New Hampshire. Así que la tarde del miércoles 14 de agosto del año pasado, cuando con mi gran amigo Bernardo Cabellos visitamos a Percy, me sentí como un pez en el agua bajo el cielo nublado de Chimbote.


Con su acostumbrada cordialidad, el autor de “El Chimbote que se fue” nos invitó a ingresar a la sala, y dio unos pasos en esa dirección pero Bernardo y yo no lo seguimos. Nos habíamos detenido en el patio para admirar sus plantas, arbustos y el diseño de sus maceteros. Y lo acribillamos con una batería de preguntas sobre jardinería. Cualquier otra conversación podía esperar. Nos contó la historia de su árbol de palta, sus técnicas de poda, y un sinnúmero de anécdotas. Mientras lo escuchaba sentí que al trípode le faltaba una pata, me explico: el patio de Percy mostraba su amor por la jardinería, igual es el caso de Bernardo, las áreas verdes frente a su casa dan fe de la pasión con que las cuida, ¿pero cómo sabía nuestro anfitrión que a mí también me gustaban las plantas?


Una vez en la sala observamos diversas colecciones de arte e historia que Percy ha logrado reunir a través del tiempo. En forma especial presté atención a un retrato al óleo de él mismo que se exhibe en una de las paredes. A cierto punto le pregunté por la historia de dicha pintura. Señaló que fue hecha por el pintor Héctor Chinchayán, contó detalles del trabajo, dijo que siempre estuvo satisfecho con el resultado y, finalmente, me inquirió: “¿Te gusta?”.


Le dije que sí. Motivado por este tema conté a ambos amigos que dos décadas atrás, cuando vivía en Londres, encomendé a un pintor de Chimbote que me hiciera dos pinturas al óleo de mi madre. Una posando de pie en la esquina exterior de mi casa, y la otra sentada frente a su vieja máquina de coser Singer. La parte económica y demás detalles fueron arreglados satisfactoriamente, pero después el pintor se desanimó y el proyecto no se concretó. Y mientras les hablaba, de pronto, sentí una revelación. Miré a mis amigos, y les dije: “Yo viajo de regreso en 72 horas, ¿puedes tú Percy hablar con Chinchayán y ver si me podría hacer los dos trabajos? Y si la respuesta fuera favorable, ¿puedes tú Bernardo asegurarte de todo el aspecto logístico?”.


Domingo 23 de Agosto 2020
Chimbote, Perú

El uno y el otro se miraron mutuamente, concordaron con los ojos, y me respondieron que lo harían con gusto. Dos días más tarde, el viernes 16, me encontraba almorzando con mi amiga Liliana Zevallos en un restaurante del centro de la ciudad, de pronto llegó Bernardo a mi mesa y me dijo: “Percy acaba de conversar con el pintor, a las tres en punto van a estar en tu casa para tomarle fotos a tu mamá”. Miré mi reloj y vi que tenía menos de dos horas para asegurarme que ella esté arreglada, y la casa limpia e iluminada. A la hora indicada todo estuvo listo, y la sesión fotográfica fue un éxito. Ese día Percy y Chinchayán me sugirieron que en lugar de la pintura en la esquina de la calle, mejor se haga un retrato de plano medio de mi madre. Yo acepté de buen talante.


Siempre había querido tener una pintura de mi mamá posando en aquella esquina, como proyectando su sombra hacia las dos cuadras del jirón Unión. Un simbolismo que para mí se anclaba en buenas razones: mis padres fundaron el barrio junto a un puñado de personas en 1958; mi papá le puso el nombre a mi jirón como recuerdo a la calle Unión de la ciudad de Trujillo donde vivió parte de su vida; y, en esta misma arteria jugué a la pelota con mis primeros amigos de la infancia, varios de los cuales ya no están en este mundo. 


Miércoles 30 de Septiembre 2020
New Hampshire, USA

El viernes 22 de noviembre, Héctor Chinchayán me envió una foto del primer trabajo terminado: el retrato de plano medio de mi madre. Me gustó, pero yo sé bien que la opinión que realmente cuenta es la de mi esposa, así que la llamé para que viera la imagen. “I like it!”, dijo ella. El año pasado yo había viajado al Perú preocupado por la salud de mi mamá y en realidad la encontré bien, lo cual alegró mis días en Chimbote. Pero la cereza del pastel fue retomar el antiguo proyecto para hacer realidad las anheladas pinturas.


El día 7 de junio del año en curso recibí, finalmente, la foto de la segunda pintura terminada. Verla me embargó de emoción y en mi mente se agolparon los recuerdos. Mi madre fue costurera y consagró horas infinitas sentada frente a su vieja máquina de coser Singer. Los ingresos de mi padre no eran suficientes para sostener la numerosa familia, y esta labor de mamá nos sacó adelante. Eran tiempos en que la mayoría de casas en los barrios no tenían agua, desagüe, ni electricidad. Yo le daba las “Buenas noches” a mi madre y la dejaba cosiendo alumbrada por una vela sobre el costado de la aguja. A la mañana siguiente la hallaba en el mismo lugar, y una catarata de cera derretida, esculpida por la noche, descendía desde su tablero hasta el suelo.


El primero de julio Percy recibió las dos pinturas terminadas de manos de Héctor Chinchayán. Luego, a mediados del mes siguiente Bernardo las llevó a un estudio fotográfico para obtener fotos de las mismas, y unos días después estas fotografías fueran enmarcadas con muy buen gusto en una vidriería de la localidad. De tal suerte que los dos cuadros quedaron listos para ser entregados a mi madre. 


Bernardo,  Percy &  Eduardo
Miércoles 14 de Agosto 2019
Chimbote, Perú

Un sentimiento de gratitud por Percy y Bernardo me anima mientras escribo estas líneas. Es una verdadera fortuna tenerlos como amigos. Los recuerdo tan cansados como yo la noche del miércoles 14 de agosto del año pasado cuando terminamos un largo día de tertulia cenando en una pollería del centro de Chimbote. Mientras comíamos le pregunté al escritor cómo sabía que a mí también me gustaban las plantas. “Leo tus escritos y miro tus fotos”, respondió a mi curiosidad.


Bernardo tocó la puerta de mi madre el día sábado 22 del reciente mes de agosto. Traía bajo el brazo las dos fotos enmarcadas. Ella lo recibió con alegría. Una vez que los cuadros fueron colgados en la pared, mi mamá se miró y reconoció en aquellas imágenes destinadas a celebrar su vida y perpetuar su recuerdo. Y sonrió contenta y orgullosa de sí misma. Concretar este proyecto me ha llevado bastante tiempo, pero creo que ha valido la pena. 


Post Data: Siguiendo el plan previsto durante mi visita a Chimbote, el martes 25 de agosto Bernardo remitió a New Hampshire las dos pinturas al óleo. Yo las recibí semana y media después, y enseguida Terry las llevó a un Art Estudio en la ciudad de Kittery, Maine para que sean enmarcadas. Las recogí listas el 30 de septiembre, y luego las colgué en la sala de mi casa. Los amigos que me conocen saben que soy abstemio, pero ese día abrí una botella de vino.


New Hampshire, USA

Octubre, 2020


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