lunes, agosto 22, 2022

Mi Viaje Al Perú Del Año 2022

 MI VIAJE AL PERÚ DEL AÑO 2022

Eduardo, cuarentena en USA
Tuve suerte en los dos vuelos que me llevaron de USA al Perú en julio del año en curso. En ambos aviones el pasajero que iba a uno de mis costados llevaba puesto la mascarilla. Y al otro lado tenía como protección a la ventanilla de la aeronave, requisito indispensable que le pedí a Terry cuando estuvo en los ajetreos de comprarme los pasajes. En Estados Unidos no es obligatorio el uso de la mascarilla, y uno nunca sabe quién se sentará a tu lado en aquellas latas de sardinas en que se han convertido los aviones comerciales.

Quienes me conocen dicen que soy un poco obsesivo con los cuidados que tomo por el coronavirus. Y posiblemente tengan razón. Donde vivo soy de los pocos que aún usan mascarilla en tiendas y supermercados. Y es precisamente por temor a la pandemia que no fui al Perú durante los dos últimos años. Además tengo otra razón: mi esposa e hija nunca aceptaron las vacunas y no ha habido fuerza humana que las haga cambiar de opinión. Así que día a día cargo la responsabilidad de no traer el virus a la casa, pues no quiero ni pensar en lo que podría suceder. 

A mediados de julio mi hermana Olga me hizo saber que mi mamá no se encontraba bien, lo cual tomé con relativa calma pues este tipo de noticias las vengo recibiendo durante los últimos diez años. Poco antes de mi viaje, en una conversación telefónica con mi mamá me hizo prometerle que esta vez yo me iba a dedicar más a ella y “menos a los amigos”. Y en estas cosas pensaba el domingo 24 de julio sentado en el avión con mi laptop frente a mí, mientras garabateaba apuntes sobre las cosas que quería hacer en el Perú durante las siguientes tres semanas.

Tenía la inquietud de comprometerme en un proyecto editorial para publicar dos libros. Quería que mi hermano Coco me fabrique dos soportes metálicos para subir a una parte alta de la Casita de Dorothy y poder darle mantenimiento. Deseaba que mi amiga Liliana me haga un par de pantalones que yo había diseñado para el clima de New Hampshire. Quería pasar por lo menos un día en Lima antes de viajar a Chimbote y otro más a mi regreso. También un día en Trujillo. Y todos los demás en Chimbote dedicados a mi mamá. Decidí que esta vez sólo iba a ver a un puñado de amigos.

A mi mamá la encontré relativamente bien. De buen ánimo y lúcida. Pero su locomoción se ha deteriorado bastante, y ha de necesitar una intervención quirúrgica que aún no sabemos si va a poder sobrellevar. En los tres primeros días establecí en la casa un orden y reglas de juego que aseguren mi estadía, y lo que venga después de mi viaje, en un ambiente de tranquilidad y eficiencia. Pero desde el día número uno me dediqué con alma, corazón y vida al cuidado de mi madre. He hice de todo sin excepciones.


Eduardo & Familia. Agosto 2022
Mientras atendía a mi mamá pensé otra vez en una de las viejas lecciones de la vida. Cuando hacemos una obra de amor así no estemos preparados o no sepamos cómo hacerlo, la fuerza del amor nos ayudará a realizarlo bien. Y ese sentimiento nos hará feliz. Y a mí me acompañó durante mis días en Chimbote

A mi puerto lo encontré más sucio y caótico que en otros viajes. El hecho que la ciudad esté inundada de basura y roedores hace más difícil que yo pueda hablar de otras observaciones hechas durante las innumerables ocasiones en que llevé a mi mamá a sus citas médicas. La mayoría de los taxis no pueden llevar una silla de ruedas. Los consultorios particulares y edificios no tienen ascensores. Cuántas veces con la ayuda de Coco tuvimos que cargar dos o tres pisos a nuestra madre en su silla de ruedas. Luego esperar en oscuros y congestionados pasadizos… en tiempos de pandemia. Para finalmente ser atendidos por médicos donde el asistente le ayuda al galeno en un complicado examen al paciente en tanto que, con el celular sostenido entre la oreja y el hombro, atiende la llamada de otro potencial cliente… o paciente.

Y así fueron transcurriendo mis días en Chimbote. Coordinando con mis hermanos los taxis, citas, y medicinas. Alegrándonos con los buenos momentos, y preocupándonos con los malos signos. Yendo al mercado 21  de Abril a comprar el pan y otros encargos de mi hermana Olga. Mi mamá ya no escucha bien, así que un día se me ocurrió poner mi laptop frente a ella con películas mudas de Chaplin y similares, y a ella le gustó bastante. Veía también a diario a mi hermano Coco para asegurar que el trabajo metálico que me estaba haciendo sea terminado y pintado antes de mi regreso. Y en la vorágine de esos días me di maña para ver a algunas amistades que dejaron todo lo que estaban haciendo para poder acomodar sus horarios a los pocos tiempos que yo tenía disponible.

En realidad los días transcurrieron así hasta el martes 9 de agosto. Mi mamá estuvo relativamente bien hasta ese día. Pero el miércoles y jueves fueron diferentes. Aquel jueves era también mi último día en Chimbote. Por la noche yo debía salir de vuelta a Lima. El viernes tomaba un avión que me llevaba a Miami, y luego otro a Boston. A continuación un bus me trasladaría hasta la ciudad de Portsmouth en New Hampshire. Y finalmente Terry me recogería del terminal de buses y traería de vuelta a casa.

Desde el primer momento en que la vi aquel miércoles por la mañana, algo fue diferente en mi mamá. Le costaba mucho dar unos cuantos pasos. En general estaba mal. Y el día terminó cargado de premoniciones.

El jueves también empezó mal. Yo he visto a la muerte antes. La conozco. Y sé que ese jueves a las doce del día estuvo rondando mi casa. A esa hora Olga y yo nos miramos y supimos que teníamos que hacer algo. Coco vino inmediatamente, y una hora después llegó mi hermana Nena. Un precioso tiempo se nos fue tratando de encontrar un médico que viniera a la casa. Frente a nosotros hay un consultorio que abre a las tres y media pero no podíamos esperar tanto. Cerca de la una y media llegó una enfermera para tomarle los signos vitales. Mientras la enfermera hacía su trabajo le dije a Olga que se aliste para que vaya a traer al padre, y acto seguido llamé a Terry para alertarla que la volvería a llamar en cualquier momento a fin de cancelar mi vuelo de regreso a Estados Unidos.

Mi sobrina Ingrid, hija de mi hermana Nena, es médica casada con médico. Vive en Lima y se ha mantenido en diario contacto con la familia en Chimbote para monitorear la salud de mi mamá. Cerca de la una y cuarenta y cinco, ella dijo: “¡Llévenla de emergencia a la clínica Robles!”. Levanté a mi mamá y la senté en el asiento delantero de un taxi. Coco, Nena y yo nos acomodamos atrás.

Los médicos de la clínica dijeron que mi mamá tenía una fuerte infección a la garganta, que estaba afiebrada, y que la fiebre había afectado a otras funciones vitales. Le pusieron antibióticos, y poco a poco comenzó a sentirse mejor. Su semblante también se veía mejor.

Ingrid, siempre en el teléfono con nosotros a las cinco y treinta, dijo: “Antes de que la den el alta, por si acaso que le hagan un covid test”. La prueba dio positivo. Mi mamá tenía covid. Todos los síntomas ahora cuadraban. Cuando cerca de las siete de la noche la trajimos de vuelta a casa ella se sentía con ganas de vivir. Y mi hermana Nena trajo comida rica para una pequeña celebración.


Eduardo & Familia. Agosto 2022
“What?!”, me dijo Terry sorprendida cuando le mencioné que estábamos celebrando que mi mamá sólo tenía covid. Y a su pedido se lo expliqué: Pensábamos que mi mamá se estaba muriendo como consecuencia de sus otros males, pero sólo es covid y dos días ya pasaron, y ahora se le ve bien. Prefiero el covid que otra cosa.

Yo tomé la decisión de regresar a New Hampshire y mi familia lo aprobó. Tenía sólo unas horas para alistarme, mi bus a Lima salía a las once de la noche. El viernes amanecí en la capital y en la noche debía estar en el aeropuerto.

Mi viaje al Perú fue una experiencia enriquecedora. Los libros que pensaba publicar no se dieron. No había cabeza para ello. Pero a las columnas vertebrales en las que me sostengo las encontré fuertes como siempre. El amor por mi madre. Mi cercanía con mi hermana Olga. Mi admiración por Ingrid. La lealtad de Marco. Mi amistad con Bernardo en Chimbote y Oscar en Trujillo. Tantas otras personas que agradecer.

Durante mi primer vuelo a Miami me sentí bien. En el segundo vuelo a Boston estornudé tres veces y lo atribuí al frío del aire acondicionado en el avión. Poco después me empezó a picar la garganta un poquitín. Y un sentimiento de pánico se apoderó de mí. Desde que tomé la decisión de viajar al Perú le dije a Terry que tenga todo listo para hacerme un test apenas cruce el umbral de la puerta de vuelta a casa. Pero eso había sido una posibilidad abstracta, ahora era una posibilidad real.

Terry estuvo preparada para todo cuando el sábado a las tres de la tarde llegó al terminal de buses de la ciudad de Portsmouth en New Hampshire a recogerme. Arribamos a casa. Me hizo subir las escaleras a un cuartito del segundo piso con todos mis bultos. A las justas desde la distancia pude saludar a mi hija a quien no veía por tres semanas. Me hice un covid test y arrojó positivo.

Marco & Eduardo. Julio 2022
Al día siguiente, en el aislamiento de mi cuarto me hice un segundo test. También positivo. Los síntomas, además, ya habían empezado a desencadenarse. Los días fueron pasando para mí en cuarentena. El jueves a las nueve y cuarto de la mañana Marco me pasó un mensaje preguntándome por mi salud. Yo le dije: “Hoy es mi mejor día. Esta madrugada empecé a escribir un relato sobre el viaje, te lo pasaré apenas termine el borrador”. Pero por increíble que parezca, setenta y cinco minutos después de aquel intercambio todo cambió.

A las diez y treinta de la mañana empecé a sentir un malestar en la parte derecha de mi bajo abdomen. Y diez minutos después ya era un dolor que me dobló como un gancho. Desde esa posición cogí los papeles de la medicina Paxlovid que había empezado a tomar el martes para el covid, y leí que ese tipo de dolor estaba entre los efectos secundarios. Decía también que podrían suceder vómitos, y me preparé para lo que venía. Las primeras arcadas llegaron puntuales en treinta minutos. Y por varias horas esa fue mi historia.

Terry llamó a mi médico de cabecera. Cerca de las tres y media de la tarde desde su consultorio nos recomendaron que ingrese de emergencia a un hospital porque al parecer mi cuerpo estaba reaccionando mal a la medicina. Terry inmediatamente me llevó al hospital Wentworth-Douglass en la ciudad de Dover. Aquí me hicieron esperar unas horas, pero, luego, tuve la oportunidad de ver cómo funciona un hospital de verdad.


Un joven amable se apostó a mi lado con una silla de ruedas y me llevó a cada uno de los exámenes y análisis que se realizaron a fin de que el médico de turno pueda tener toda la información necesaria. Lo cual incluyó una sofisticada tomografía. Un covid test arrojó positivo. Mientras tanto vía suero se me inyectó medicina para el dolor y las náuseas. Cerca de la diez de la noche una bella doctora vino para hablar conmigo. Me dijo que la razón de mi dolor no era nada relacionado al covid, sino un cálculo renal de 6 milímetros.

La doctora me prescribió la medicina necesaria y me transfirió a un urólogo para que decida el curso de acción. Yo no tuve que pagar ni un céntimo, mi seguro privado lo cubrió todo. Entre tanto ya me sentía mucho mejor y con buen ánimo. Cuando ella me dio el alta yo tuve esa sensación de cuando somos niños y tu madre te da una palmadita en las  posaderas, y te dice: “Anda a jugar con tus amigos”.

Ayer domingo 21 de agosto me hice una prueba para descartar el covid. Fue negativa. Ayer mismo empecé a integrarme a las tareas de la casa manteniendo aún los cuidados necesarios. Han transcurrido nueve días desde mi primer positivo. Hoy tengo cita con el urólogo. Dios mediante, mañana martes será un buen día para volver al trabajo después de cuatro semanas.

Post Data: Le agradezco a Oscar por las cervezas que nos tomamos en Trujillo en la casa de Joselo, fueron las únicas que disfruté durante mi estadía en el Perú. Si de algo me arrepiento es no haberle hecho caso a Olga cuando sugirió que abriéramos la botella de chicha que Liliana nos había regalado, yo quise esperar por un mejor momento, pero nunca llegó.


New Hampshire, USA

Agosto 22, 2022


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