CUATRO CASAS Y DOS PROMESAS
Elsa Serrano & Alejandro Quevedo
Años ‘50 Trujillo-Perú
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A mediados del año 2010 mi hermana Nelly se comunicó conmigo desde Chimbote, y me pidió que viajara, mi mamá estaba mal. Llegada la hora de empacar las maletas, mi esposa preguntó: “¿Quieres que ponga un traje oscuro?”. “No, confío en un milagro”, le respondí.
El milagro se produjo. Y eso me dio la oportunidad para compartir con mi madre varios días “caídos del cielo”. Conversamos bastante sobre nuestro tema favorito: la historia familiar. Ella me confesó que quería ver por última vez las cuatro casas de Chimbote donde la familia vivió en sus comienzos. Y yo le prometí que removería cielo y tierra para encontrarlas.
Tres años antes había regresado a Chimbote por similar motivo, pero en relación con mi padre. Llegué a tiempo y compartí con él sus últimos días. Una vez más me contó su vida, desde que fue un niño en Celendín y le llamaban “Chondo”. Al final de la última conversación, me dijo: “Alguien tiene que escribir la historia de la familia”. Mi respuesta fue: “Yo lo haré, se lo prometo”.
En 1955 mis padres se casaron en Trujillo y nació Roger, el primer hijo. Ese mismo año mi papá viajó a Chimbote para probar fortuna con su oficio de panadero, y se instaló en una habitación de una casa del barrio La Florida. Pasado un mes, no teniendo noticias de mi padre, mi mamá con su madre -mi abuelita Carolina- contrataron un camión, metieron sus pertenencias, cargaron al bebé Roger de tres meses y viajaron en su busca. Es así como la habitación de La Florida resultó siendo la primera morada de mi familia en Chimbote.
Desafortunadamente, hasta ahora no he podido localizar este inmueble. Sé que, yendo de norte a sur, estaba ubicado al lado derecho de la avenida Meiggs, más hacia el comienzo que al final de La Florida. Frente a un edificio que tenía un arco (bien sobre la puerta o sobre el techo) y al cual la gente llamaba “El Sipa”.
Mi mamá recuerda que la dueña de la casa era una señora de nombre Celia, la cual tenía una hija a la que llamaban “Chuca” y que trabajaba en la fábrica pesquera Miramar. A unas tres o cuatro puertas de la señora Celia quedaba la panadería del señor Pedro Díaz donde trabajó mi padre, y cuya esposa se llamaba Rita. Esta señora era curandera de la vista. En la parte exterior de la panadería había una tiendita que era atendida por la hija de doña Rita.
Los años 2010 y 2012, estando en Chimbote, subí en un carro con mi mamá y algunos amigos, y por muchas horas buscamos y buscamos esta casa sin poder encontrarla. Sin embargo, fuimos mas afortunados con los otros tres inmuebles.
De La Florida mis padres se mudaron a un cuarto alquilado en un lugar que mi
mamá llama “La Cruz Verde”, por su cercanía con una gran cruz de madera color verde erigida frente al mar. La casa estaba ubicada en la primera cuadra del jirón Libertad del barrio Miramar Bajo, perteneció a un señor Adolfo Huidobro Correa, cuyo sobrenombre era “Limón”. Entre los vecinos mi mamá recuerda a la señora Ninfa Asencio Yupanqui, a la señora Zoila, y a un pescador de apellido Chihuala.
Casa Nº 2 (Color celeste) Foto: Agosto, 2010
Jirón Libertad, Barrio Miramar Bajo
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En la casa de la Cruz Verde, en abril de 1956 nació Nelly, la segunda de los ocho hermanos. Una comadre de mi mamá, doña Lucila “Lucha” Campos de Salcedo, ofició de partera. Aquí vivieron hasta la Navidad de aquel año.
Luego la familia se mudó a una casa ubicada a una cuadra de la anterior, dentro del mismo barrio Miramar Bajo. Esta vivienda era más espaciosa. Mi papá continúo trabajando en la panadería de La Florida, su línea principal era la pastelería, aunque también hacía pan y panetones para la Navidad. Con su canasta recorría las calles de Chimbote vendiendo sus productos. Y mi mamá hacía lo mismo.
Casa Nº 3 Foto: Agosto, 2010
Jirón Trujillo, Barrio Miramar Bajo
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Mientras vivían en esta casa Roger se enfermó de “susto”. Ocurrió así: El dueño de la casa tenía pollos y un chivo. Un día el chivo metió la cabeza atravesando una estera de totora, Roger se encontraba al otro lado de la misma, el chivo baló y lo asustó. Roger empezó a perder peso, ya no jugaba y todos pensaron que se estaba muriendo. La gente dijo que era “susto”.
La dueña de la casa sostuvo que se necesitaba un pedazo de cresta de gallo para que pudiera ser curado. Y mencionó también que en la vecindad había una señora que criaba gallos. Mi madre fue a ver a esta mujer. Su nombre era Claudia Vega Solórzano de Rojas. A partir de entonces y para siempre mi mamá la llamaría: “La Comadre Rojas”. Ella prestó el gallo que se requería y Roger fue curado. Entre ambas mujeres nació una gran amistad, la Comadre Rojas cuidó de Roger y Nelly cuando mi mamá salía a vender con su canasta.
Esta tercera casa estuvo ubicada en el jirón Trujillo Nº 294. Perteneció a doña Zoila Maximina Pérez Villanueva. Y aquí, en noviembre de 1957 nació María, la tercera de los ocho hermanos. La comadre Lucila “Lucha” Campos de Salcedo volvió a oficiar de partera.
Posteriormente la familia alquiló una casa ubicada en la calle Ramón Castilla Nº
214 del barrio San Isidro “Viejo” (lo llamo así para diferenciarlo del San Isidro “Nuevo” fundado en 1958). Esta propiedad perteneció a un señor arequipeño de apellido Fernández que vivía en el jirón Olaya, y quedaba a seis puertas de la vivienda de don Anatolio Toledo Campos, quien tuvo un hijo que con el correr de los años llegaría a ser presidente de la república del Perú.
Casa Nº 4 Foto: Agosto, 2010
Calle Ramón Castilla, Barrio San Isidro
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Estando en esta cuarta casa, un día, mi papá salió a la puerta de la calle, y vio pasar gente cargando palos y esteras. Regresó en busca de mi mamá, y le dijo: “Parece que están invadiendo por acá cerca”. Aquello fue el punto de partida de lo que poco después sería la quinta y definitiva casa de la familia, cuyo relato será motivo de una próxima entrega.
Volviendo a la inubicable primera casa del barrio La Florida, contaré que hace poco me escribió un amigo de Chimbote y me dijo que, al parecer, el “SIPA” habría sido una oficina pública cuyas siglas significaron “Servicio de Investigación y Promoción Agraria”, y que habría estado ubicada en la avenida Meiggs Nº 1455.
Empecé este relato mencionando un milagro. Y quisiera terminarlo abrigando la posibilidad de otro. Necesito ubicar la casa de La Florida. No sé cuánto tiempo tengo para encontrarla, pero guardo la esperanza que alguien en Chimbote leerá este relato, unirá los cabos sueltos, y me dirá: “¡Yo conozco la casa!”.
Entonces y sólo entonces, podré cerrar el círculo de una de mis promesas.
New Hampshire, USA
Mayo, 2013
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