PERCY ROBLES GUIBOVICH
Mientras tomaba el primer desayuno con mi madre y otros familiares en la casa del barrio San Isidro, eché un vistazo a la lista de cosas que quería hacer durante los días de visita al Perú. Mi hermana Olga, que conoce mis gustos mejor que nadie, me había servido una taza de té, dos tamales, pan y ají. Miré con cuidado el papel de las notas para que mi mamá no me reprochara si había venido a ver a ella o a mis amigos. Era una lista larga encabezada con la frase “dedicarme a mamá”, y en la siguiente línea decía, “visitar a Percy”.
Tenía unas ganas tremendas de ver a Percy Robles Guibovich, asegurarme que su salud sea buena, y disfrutar de una conversación sin apuros. Nuestras charlas suelen dar lugar a ideas o estímulos para proyectos que me mantienen en un estado de emoción durante un año entero, hasta la próxima visita. Tal vez encargar una nueva pintura al óleo, a lo mejor la publicación de un libro, quizás adquirir alguna planta para mis jardines, o alguna otra iniciativa. Él es como un viejo roble que transmite historia y certeza, y a su sombra danza lo mejor de la amistad.
Mi amigo Percy nació el 27 de agosto de 1938 en una casa de madera frente al Malecón Grau, cerca a la Capitanía de Puerto. Sus padres fueron don Alberto Robles Ronceros, natural de Pativilca, y doña Rosa Olga Guibovich Amésquita, de Chimbote. Creció junto a sus tres hermanos: Teresa del Pilar, Alberto y Sonia Olga. El 16 de abril de 1966 contrajo matrimonio con Tula Encinas Goicochea. De esta unión vinieron al mundo tres hijos: Tatiana, Percy y Cecilia, todos chimbotanos. La familia ha crecido con la llegada de seis nietos: María José, Valeria, Ariana, Natalia, Álvaro y Alonso; los varones nacidos en Lima, y las mujeres en esta tierra de promisión.
Percy aprendió a leer y escribir en una escuelita particular de la señorita Magán, situada en la quinta cuadra de la avenida Bolognesi. Luego continuó en la escuela Montessori de don Lucio Pereyra Espinal, en la sexta cuadra del jirón Pizarro. En 1951, terminó la primaria en el centro escolar 313, que por entonces tenía como director a Alberto Torres Guzmán, y se ubicaba en la esquina de Leoncio Prado y Sáenz Peña.
En 1952 los Robles Guibovich se mudaron de Chimbote a Pativilca, en razón que un hermano del padre de Percy, don Juan Robles Ronceros, había adquirido una fábrica para hacer muebles en la ciudad de Lima, y encargó la gestión del negocio al papá de Percy y a su tío Víctor. Sin embargo, la familia no fue a la capital, sino que se quedó en Pativilca, donde vivía el abuelo paterno de Percy, don Pedro Desiderio Robles Ríos.
Una vez instalados en Pativilca, el joven Percy hizo el primero de media en el Colegio Particular Mixto San Idelfonso de Barranca, viajando todos los días a esta ciudad. Al año siguiente, la familia se trasladó a Barranca, donde Percy continuó asistiendo al mismo centro educativo hasta 1956, en que concluyó la secundaria.
En 1957, Percy comenzó a trabajar en el Banco Popular de Barranca, donde permaneció hasta 1959, ejerciendo el cargo de cobrador. A continuación, la familia Robles Guibovich regresó a Chimbote. Los años en el Norte Chico constituyen una etapa decisiva en su crecimiento y desarrollo de la personalidad. Amigos, fiestas, triunfos con el club de tiro; contacto con la gastronomía local, los productos del campo, las playas y el paisaje de la región. Una parte de su corazón se quedó en Barranca. Recuerda con afecto a Coc Casanova, Sacio, Bustamante, Cordero, Fung, Dávila, Barrenechea, Mispireta, Zapata, Irigoyen y a las chicas que departieron con el joven, alto y apuesto Percy. En una oportunidad, Monseñor Emilio C. Vega le dijo a su padre que Percy debía estudiar para sacerdote y que podría ser enviado a Roma. Pero, su padre no aceptó, ni él tampoco.
En 1960, el joven Percy ingresó a la empresa Sogesa (Siderperú) para laborar como auxiliar de seguridad e higiene industrial. Tenía entonces veintidós años de edad. Cuatro décadas más tarde, se jubiló como superintendente. Su paso por la industria del acero fue un capítulo fecundo en su vida. Viajes de capacitación al extranjero. Enseñanza de lo aprendido en diversas partes del país. Pluma habitual en la revista de la empresa. Respetado entre sus compañeros de trabajo. Y cultivó amigos en cada rincón del centro laboral. Cabe destacar que en 1974, el Consejo Interamericano de Seguridad le otorgó la Medalla de Oro por la forma rápida y oportuna en que salvó la vida del trabajador siderúrgico Pedro Murakami Vallejos, quien se había intoxicado con monóxido de carbono del alto horno.
Percy, su familia y ancestros han estado desde siempre identificados con el progreso de Chimbote. Han servido a la comunidad a través de diversas instituciones. Percy, fue presidente del Instituto Peruano del Deporte (IPD) en Chimbote, y regidor de la ciudad en tres ocasiones. De casta le viene al galgo, dice un viejo dicho, y en este caso parece ser cierto. Su tío-abuelo Antonio Díaz Guibovich fue alcalde de la ciudad entre los años 1904 y 1911, y estando al mando del municipio el 6 de diciembre de 1906 se promulgó la ley 417 que creó el distrito de Chimbote. Otro tío abuelo, Miguel Guibovich Ramírez ejerció el mismo cargo durante el período 1912-1915. Asimismo, don Julio Guibovich Ramírez, fue regidor y ejerció funciones de teniente alcalde. Además, debemos mencionar que Alberto, hermano menor de Percy, fue concejal en tres oportunidades.
Infatigable hombre de letras también. Ha escrito artículos para revistas y periódicos, como El Acero, Altamar, El Diario de Chimbote, y La Industria. El 2006, publicó su libro El Chimbote que se fue, el cual lleva varias ediciones a la fecha, y es una conversación memoriosa, honesta y emotiva con la historia. Siempre lo tengo a la mano, no sólo como fuente de consulta de gran valía, sino también para sumergirme en la emoción y gratitud que sus páginas exhalan, y que permiten sentir el alma de Chimbote.
El año 2009 recibió la Medalla de Oro del Primer Festival Regional de las Artes, en reconocimiento a su destacada labor cultural en la provincia del Santa. Y, al año siguiente, 2010, le fue otorgado la Medalla de la Ciudad en agradecimiento a su meritorio aporte al desarrollo histórico y cultural de Chimbote.
Percy Robles Guibovich es un chimbotano pata salada que nació frente al mar. Se zambulló en las aguas cristalinas de la playa del malecón. Con sus manos hurgó en la arena dorada en busca de maruchas y muymuyes. Y vio cangrejos carreteros corretear tras la agonía de las olas en la orilla de aquel Chimbote que se fue.
Ser humano de alma generosa. Siempre dispuesto a ayudar a quienes lo requieren. A mí, en lo personal, me ha brindado su tiempo cada vez que lo he necesitado. Su presencia constante acompaña los actos que van esculpiendo la impronta cultural de la ciudad. Recorre las calles saludando a todo el mundo, y cosechando el cariño de amigos y conocidos. Y cuando se trata de defender los intereses de Chimbote, otra vez es un paladín dispuesto a batallar por el puerto que lo vio nacer.
El último 30 de julio, junto a mi amigo Bernardo Cabellos, llegué a la casa de Percy en la urbanización La Caleta para saludarlo. Tras doce meses sin vernos, hablamos de una pintura al óleo que recientemente había encargado en Chimbote, y lo acribillé con preguntas sobre su biografía a fin de escribir esta historia. Sentí la certeza de estar conversando con una persona no sólo interesante, sino auténtica, en un hogar que exuda arte, historia y cultura.
El viernes 9 de agosto volví a La Caleta con Bernardo para despedirme. Minutos después resultamos caminamos por el malecón. La huachafería de algunas obras públicas en la ciudad fue el tema central de la conversación. No faltaron las bromas que suelen acompañar nuestras charlas. Tras despedirnos, pensé que Percy pudo haber sido cura, e incluso ir a Roma. Afortunadamente, no aceptó la invitación. Perdió la iglesia, pero Chimbote ganó y sus amigos también.
Chimbote, Perú
Agosto, 10 2024
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