lunes, agosto 22, 2022

Mi Viaje Al Perú Del Año 2022

 MI VIAJE AL PERÚ DEL AÑO 2022

Eduardo, cuarentena en USA
Tuve suerte en los dos vuelos que me llevaron de USA al Perú en julio del año en curso. En ambos aviones el pasajero que iba a uno de mis costados llevaba puesto la mascarilla. Y al otro lado tenía como protección a la ventanilla de la aeronave, requisito indispensable que le pedí a Terry cuando estuvo en los ajetreos de comprarme los pasajes. En Estados Unidos no es obligatorio el uso de la mascarilla, y uno nunca sabe quién se sentará a tu lado en aquellas latas de sardinas en que se han convertido los aviones comerciales.

Quienes me conocen dicen que soy un poco obsesivo con los cuidados que tomo por el coronavirus. Y posiblemente tengan razón. Donde vivo soy de los pocos que aún usan mascarilla en tiendas y supermercados. Y es precisamente por temor a la pandemia que no fui al Perú durante los dos últimos años. Además tengo otra razón: mi esposa e hija nunca aceptaron las vacunas y no ha habido fuerza humana que las haga cambiar de opinión. Así que día a día cargo la responsabilidad de no traer el virus a la casa, pues no quiero ni pensar en lo que podría suceder. 

A mediados de julio mi hermana Olga me hizo saber que mi mamá no se encontraba bien, lo cual tomé con relativa calma pues este tipo de noticias las vengo recibiendo durante los últimos diez años. Poco antes de mi viaje, en una conversación telefónica con mi mamá me hizo prometerle que esta vez yo me iba a dedicar más a ella y “menos a los amigos”. Y en estas cosas pensaba el domingo 24 de julio sentado en el avión con mi laptop frente a mí, mientras garabateaba apuntes sobre las cosas que quería hacer en el Perú durante las siguientes tres semanas.

Tenía la inquietud de comprometerme en un proyecto editorial para publicar dos libros. Quería que mi hermano Coco me fabrique dos soportes metálicos para subir a una parte alta de la Casita de Dorothy y poder darle mantenimiento. Deseaba que mi amiga Liliana me haga un par de pantalones que yo había diseñado para el clima de New Hampshire. Quería pasar por lo menos un día en Lima antes de viajar a Chimbote y otro más a mi regreso. También un día en Trujillo. Y todos los demás en Chimbote dedicados a mi mamá. Decidí que esta vez sólo iba a ver a un puñado de amigos.

A mi mamá la encontré relativamente bien. De buen ánimo y lúcida. Pero su locomoción se ha deteriorado bastante, y ha de necesitar una intervención quirúrgica que aún no sabemos si va a poder sobrellevar. En los tres primeros días establecí en la casa un orden y reglas de juego que aseguren mi estadía, y lo que venga después de mi viaje, en un ambiente de tranquilidad y eficiencia. Pero desde el día número uno me dediqué con alma, corazón y vida al cuidado de mi madre. He hice de todo sin excepciones.


Eduardo & Familia. Agosto 2022
Mientras atendía a mi mamá pensé otra vez en una de las viejas lecciones de la vida. Cuando hacemos una obra de amor así no estemos preparados o no sepamos cómo hacerlo, la fuerza del amor nos ayudará a realizarlo bien. Y ese sentimiento nos hará feliz. Y a mí me acompañó durante mis días en Chimbote

A mi puerto lo encontré más sucio y caótico que en otros viajes. El hecho que la ciudad esté inundada de basura y roedores hace más difícil que yo pueda hablar de otras observaciones hechas durante las innumerables ocasiones en que llevé a mi mamá a sus citas médicas. La mayoría de los taxis no pueden llevar una silla de ruedas. Los consultorios particulares y edificios no tienen ascensores. Cuántas veces con la ayuda de Coco tuvimos que cargar dos o tres pisos a nuestra madre en su silla de ruedas. Luego esperar en oscuros y congestionados pasadizos… en tiempos de pandemia. Para finalmente ser atendidos por médicos donde el asistente le ayuda al galeno en un complicado examen al paciente en tanto que, con el celular sostenido entre la oreja y el hombro, atiende la llamada de otro potencial cliente… o paciente.

Y así fueron transcurriendo mis días en Chimbote. Coordinando con mis hermanos los taxis, citas, y medicinas. Alegrándonos con los buenos momentos, y preocupándonos con los malos signos. Yendo al mercado 21  de Abril a comprar el pan y otros encargos de mi hermana Olga. Mi mamá ya no escucha bien, así que un día se me ocurrió poner mi laptop frente a ella con películas mudas de Chaplin y similares, y a ella le gustó bastante. Veía también a diario a mi hermano Coco para asegurar que el trabajo metálico que me estaba haciendo sea terminado y pintado antes de mi regreso. Y en la vorágine de esos días me di maña para ver a algunas amistades que dejaron todo lo que estaban haciendo para poder acomodar sus horarios a los pocos tiempos que yo tenía disponible.

En realidad los días transcurrieron así hasta el martes 9 de agosto. Mi mamá estuvo relativamente bien hasta ese día. Pero el miércoles y jueves fueron diferentes. Aquel jueves era también mi último día en Chimbote. Por la noche yo debía salir de vuelta a Lima. El viernes tomaba un avión que me llevaba a Miami, y luego otro a Boston. A continuación un bus me trasladaría hasta la ciudad de Portsmouth en New Hampshire. Y finalmente Terry me recogería del terminal de buses y traería de vuelta a casa.

Desde el primer momento en que la vi aquel miércoles por la mañana, algo fue diferente en mi mamá. Le costaba mucho dar unos cuantos pasos. En general estaba mal. Y el día terminó cargado de premoniciones.

El jueves también empezó mal. Yo he visto a la muerte antes. La conozco. Y sé que ese jueves a las doce del día estuvo rondando mi casa. A esa hora Olga y yo nos miramos y supimos que teníamos que hacer algo. Coco vino inmediatamente, y una hora después llegó mi hermana Nena. Un precioso tiempo se nos fue tratando de encontrar un médico que viniera a la casa. Frente a nosotros hay un consultorio que abre a las tres y media pero no podíamos esperar tanto. Cerca de la una y media llegó una enfermera para tomarle los signos vitales. Mientras la enfermera hacía su trabajo le dije a Olga que se aliste para que vaya a traer al padre, y acto seguido llamé a Terry para alertarla que la volvería a llamar en cualquier momento a fin de cancelar mi vuelo de regreso a Estados Unidos.

Mi sobrina Ingrid, hija de mi hermana Nena, es médica casada con médico. Vive en Lima y se ha mantenido en diario contacto con la familia en Chimbote para monitorear la salud de mi mamá. Cerca de la una y cuarenta y cinco, ella dijo: “¡Llévenla de emergencia a la clínica Robles!”. Levanté a mi mamá y la senté en el asiento delantero de un taxi. Coco, Nena y yo nos acomodamos atrás.

Los médicos de la clínica dijeron que mi mamá tenía una fuerte infección a la garganta, que estaba afiebrada, y que la fiebre había afectado a otras funciones vitales. Le pusieron antibióticos, y poco a poco comenzó a sentirse mejor. Su semblante también se veía mejor.

Ingrid, siempre en el teléfono con nosotros a las cinco y treinta, dijo: “Antes de que la den el alta, por si acaso que le hagan un covid test”. La prueba dio positivo. Mi mamá tenía covid. Todos los síntomas ahora cuadraban. Cuando cerca de las siete de la noche la trajimos de vuelta a casa ella se sentía con ganas de vivir. Y mi hermana Nena trajo comida rica para una pequeña celebración.


Eduardo & Familia. Agosto 2022
“What?!”, me dijo Terry sorprendida cuando le mencioné que estábamos celebrando que mi mamá sólo tenía covid. Y a su pedido se lo expliqué: Pensábamos que mi mamá se estaba muriendo como consecuencia de sus otros males, pero sólo es covid y dos días ya pasaron, y ahora se le ve bien. Prefiero el covid que otra cosa.

Yo tomé la decisión de regresar a New Hampshire y mi familia lo aprobó. Tenía sólo unas horas para alistarme, mi bus a Lima salía a las once de la noche. El viernes amanecí en la capital y en la noche debía estar en el aeropuerto.

Mi viaje al Perú fue una experiencia enriquecedora. Los libros que pensaba publicar no se dieron. No había cabeza para ello. Pero a las columnas vertebrales en las que me sostengo las encontré fuertes como siempre. El amor por mi madre. Mi cercanía con mi hermana Olga. Mi admiración por Ingrid. La lealtad de Marco. Mi amistad con Bernardo en Chimbote y Oscar en Trujillo. Tantas otras personas que agradecer.

Durante mi primer vuelo a Miami me sentí bien. En el segundo vuelo a Boston estornudé tres veces y lo atribuí al frío del aire acondicionado en el avión. Poco después me empezó a picar la garganta un poquitín. Y un sentimiento de pánico se apoderó de mí. Desde que tomé la decisión de viajar al Perú le dije a Terry que tenga todo listo para hacerme un test apenas cruce el umbral de la puerta de vuelta a casa. Pero eso había sido una posibilidad abstracta, ahora era una posibilidad real.

Terry estuvo preparada para todo cuando el sábado a las tres de la tarde llegó al terminal de buses de la ciudad de Portsmouth en New Hampshire a recogerme. Arribamos a casa. Me hizo subir las escaleras a un cuartito del segundo piso con todos mis bultos. A las justas desde la distancia pude saludar a mi hija a quien no veía por tres semanas. Me hice un covid test y arrojó positivo.

Marco & Eduardo. Julio 2022
Al día siguiente, en el aislamiento de mi cuarto me hice un segundo test. También positivo. Los síntomas, además, ya habían empezado a desencadenarse. Los días fueron pasando para mí en cuarentena. El jueves a las nueve y cuarto de la mañana Marco me pasó un mensaje preguntándome por mi salud. Yo le dije: “Hoy es mi mejor día. Esta madrugada empecé a escribir un relato sobre el viaje, te lo pasaré apenas termine el borrador”. Pero por increíble que parezca, setenta y cinco minutos después de aquel intercambio todo cambió.

A las diez y treinta de la mañana empecé a sentir un malestar en la parte derecha de mi bajo abdomen. Y diez minutos después ya era un dolor que me dobló como un gancho. Desde esa posición cogí los papeles de la medicina Paxlovid que había empezado a tomar el martes para el covid, y leí que ese tipo de dolor estaba entre los efectos secundarios. Decía también que podrían suceder vómitos, y me preparé para lo que venía. Las primeras arcadas llegaron puntuales en treinta minutos. Y por varias horas esa fue mi historia.

Terry llamó a mi médico de cabecera. Cerca de las tres y media de la tarde desde su consultorio nos recomendaron que ingrese de emergencia a un hospital porque al parecer mi cuerpo estaba reaccionando mal a la medicina. Terry inmediatamente me llevó al hospital Wentworth-Douglass en la ciudad de Dover. Aquí me hicieron esperar unas horas, pero, luego, tuve la oportunidad de ver cómo funciona un hospital de verdad.


Un joven amable se apostó a mi lado con una silla de ruedas y me llevó a cada uno de los exámenes y análisis que se realizaron a fin de que el médico de turno pueda tener toda la información necesaria. Lo cual incluyó una sofisticada tomografía. Un covid test arrojó positivo. Mientras tanto vía suero se me inyectó medicina para el dolor y las náuseas. Cerca de la diez de la noche una bella doctora vino para hablar conmigo. Me dijo que la razón de mi dolor no era nada relacionado al covid, sino un cálculo renal de 6 milímetros.

La doctora me prescribió la medicina necesaria y me transfirió a un urólogo para que decida el curso de acción. Yo no tuve que pagar ni un céntimo, mi seguro privado lo cubrió todo. Entre tanto ya me sentía mucho mejor y con buen ánimo. Cuando ella me dio el alta yo tuve esa sensación de cuando somos niños y tu madre te da una palmadita en las  posaderas, y te dice: “Anda a jugar con tus amigos”.

Ayer domingo 21 de agosto me hice una prueba para descartar el covid. Fue negativa. Ayer mismo empecé a integrarme a las tareas de la casa manteniendo aún los cuidados necesarios. Han transcurrido nueve días desde mi primer positivo. Hoy tengo cita con el urólogo. Dios mediante, mañana martes será un buen día para volver al trabajo después de cuatro semanas.

Post Data: Le agradezco a Oscar por las cervezas que nos tomamos en Trujillo en la casa de Joselo, fueron las únicas que disfruté durante mi estadía en el Perú. Si de algo me arrepiento es no haberle hecho caso a Olga cuando sugirió que abriéramos la botella de chicha que Liliana nos había regalado, yo quise esperar por un mejor momento, pero nunca llegó.


New Hampshire, USA

Agosto 22, 2022


NOTA:

Si deseas dejar un  comentario ten en cuenta lo siguiente: debajo del recuadro para los comentarios aparece una opción que dice “comentar como”. Acá sólo debes seleccionar la opción que dice “nombre” y en este recuadro escribe tu nombre (Deja el recuadro URL en blanco) Si todo esto te parece muy complicado, entonces escribe tu comentario en un e-mail y envíalo a: edquevedo@yahoo.com


Los comentarios van primero al Editor, antes de ser publicados.

viernes, julio 08, 2022

La Primavera Del Año 2022

 LA PRIMAVERA DEL AÑO 2022


Nuevo jardín en el patio trasero.
Julio del año 2022
A través del puente de finales de marzo y comienzos de abril se marchó el invierno de New Hampshire y llegó la primavera. Los últimos montículos de nieve se derritieron, y la naturaleza alumbró vida en los árboles, arbustos y plantas perennes que renacieron al conjuro de las primeras campanadas de la estación de las flores.


Yo la había esperado con expectativa. El año anterior, en septiembre, terminé de construir un nuevo jardín en el fondo del patio trasero, el cual es un área con mucha sombra donde el grass se resistía a crecer, y un musgo verde se expandía remplazándolo. Como consecuencia del proyecto terminé perdiendo parte del césped pero gané un jardín de doce metros y medio de largo por un metro de ancho. Aquel septiembre lo construí pero no pude disfrutarlo, pues pronto llegó el otoño y las plantas se fueron a dormir hasta la llegada de la primavera.


Algunas cosas fueron diferentes para mí durante la primavera del año en curso. En primer lugar había decidido alejarme un poco de las redes sociales y de personas que nada bueno aportan. Y ese valioso tiempo adicional lo dediqué a la jardinería. A la explosión de forsitias, tulipanes, corazones sangrantes y floxes del inicio de la estación, le siguieron las peonías, lilas y geranios, y actualmente lirios, astilbes y lavandas perfuman los jardines colmándolos de alegría. Cada fin de semana me entretengo cortando el grass, limpiando la mala yerba, y acicalando las plantas. Y mientras fui añadiendo belleza a la belleza de los jardines, mi gato Kitty estuvo ausente de mi lado desde el inicio de la primavera.

Proyecto de jardinería. Eduardo & Kitty.
Julio del año 2017
Kitty fue un gatito travieso y cariñoso cuando lo adoptamos dieciséis años atrás. Con el tiempo devino en mi amigo más cierto, leal y constante. A través de su larga vida me acompañó durante las horas en que me entregaba a la jardinería, incluyendo los tres últimos años en que fue padeciendo algunas enfermedades. Sin embargo, a partir de abril sólo esporádicamente salió a los patios, y prefirió refugiarse en los rincones más recónditos de la casa. 


En mayo instalé en el patio trasero un parante de metal con dos ganchos situados en dirección opuesta, y en ellos colgué un comedero y una casita para pájaros. Lo hice sólo con la intención de agregar un detalle más a los jardines, pero el efecto superó gratamente a mi expectativa: docenas de pajaritos empezaron a visitarnos con su trino, colores y alegría. Como si un arcoíris hubiera estallado y desparramado el añil de los azulejos, el rojo de los cardenales, el amarillo de los jilgueros, el naranja de los petirrojos, y el albinegro de los pájaros carpinteros entre otras diversas tonalidades aladas que ahora revolotean en el ambiente.

La última semana de mayo noté la presencia persistente de un petirrojo cerca al árbol manzano del patio frontal. Al llegar o salir de la casa, o al recoger la correspondencia del buzón de correo ubicado bajo el árbol, el pajarito ofuscado cruzaba el manzano, y desafiante se posaba a unos metros de distancia emitiendo chillidos exaltados. Le presté mayor atención y vi que volaba repetidamente llevando paja y ramitas pequeñas al interior del manzano. Supe entonces que estaba construyendo un nido. Durante la primera semana de junio continuó con su diligente trabajo, y a continuación vinieron unos días de quietud. No tuve duda que ya estaba incubando sus huevos. Y me hizo ilusión pensar que en algunas semanas podría ver a sus críos alzar sus primeros vuelos alrededor del árbol.

Proyecto de acondicionamiento 
de cobertizo. Eduardo & Kitty.
Octubre del año 2018
Durante el mes de junio la salud de Kitty se deterioró rápidamente. Varias veces lo llevamos al veterinario. Lejos ya estaban los días en que trepaba hasta lo alto del árbol manzano, y nosotros no sabíamos si debíamos llamar a los bomberos para que lo rescataran, pero él siempre bajaba por sus propios medios. Mi hija Dorothy se hizo cargo de él con una devoción que yo antes no había conocido en ella. Lo cuidó y alimentó con el amor de una madre que atiende a su recién nacido.


El lunes trece de junio al llegar del trabajo de vuelta a casa una ingrata sorpresa me sobrecogió. En el pavimento debajo del árbol yacía el nido caído con cuatro pajaritos bebés sin vida. Lo más probable es que un fuerte viento arrancó al nido del árbol. Fue una pena lo ocurrido, y lo único que pude hacer por los críos fue darles una buena sepultura. Antes de ingresar a la casa me puse a limpiar la mala yerba de los jardines por unos minutos mientras pensaba en una buena manera de darle la noticia a mi familia.


Uno de los desafíos que la jardinería me ha presentado a través de los años ha sido mejorar el césped. La presencia de muchos puntos vacíos en el grass era algo que no me gustaba. Cada primavera intenté subsanarlos pero los resultados por lo general no fueron alentadores. Es una tarea que requiere tiempo y dedicación: hay que cubrir las partes afectadas con tierra de calidad, poner las semillas, y dos veces al día regarlo durante dos o tres semanas. Algunos vecinos al pasar frente a mi casa no dejan de comentar lo bonito que se ve todo, pero yo siempre creí que debía mejorar el césped.


Jardines en la parte frontal de la casa.
Mayo del año 2019
En realidad, la mañana del sábado 25 de junio precisamente me encontraba regando el césped. Lo había resembrado sin éxito a inicios de la primavera y, obstinado como soy, volví a intentarlo a mediados de junio. De tal suerte que con aquel sábado ya llevaba diez días regando las semillas y no me hacía muchas ilusiones. Absorto en mis pensamientos movía la manguera de un lado a otro. De pronto algo en el grass llamó mi atención, me agaché para mirarlo con detenimiento, giré mi cuerpo para observar otros puntos resembrados y… "¡Mierda!", exclamé. Las semillas habían empezado a germinar, y lucían como mi barba de un día sin afeitar.


Pero yo no estaba para celebraciones. El almanaque que tenemos colgado en la cocina registraba una anotación sobre la fecha martes 28 de junio: “Kitty, veterinario, 5.30 pm”. Ese día salí temprano del trabajo. Fui a las cuatro de la tarde al dentista para que me termine de curar una muela. Regresé a casa. Y luego junto a Terry y Dorothy llevamos a nuestro gato a una cita de la cual ya no iba a regresar. El cielo era azul en el pueblo, la temperatura abrigada, y mi hija otra vez dirigió todo lo necesario con una fortaleza que yo nunca tuve.


A estas alturas de mi relato ya no es primavera en New Hampshire. A fines de junio llegó el verano con sus olas de calor. Por unos minutos he pausado este escrito y he salido a estirar las piernas por los jardines de la casa. Flores por doquier. Pájaros revoloteando alrededor del comedero. Ardillas abalanzándose sobre la comida que los pájaros dejan caer. El césped luciendo en buen estado. No he podido evitar buscar con la mirada a mi buen amigo. Y por primera vez he sentido resignación ante su ausencia.


New Hampshire, USA

Julio, 2022


NOTA:

Si deseas dejar un  comentario ten en cuenta lo siguiente: debajo del recuadro para los comentarios aparece una opción que dice “comentar como”. Acá sólo debes seleccionar la opción que dice “nombre” y en este recuadro escribe tu nombre (Deja el recuadro URL en blanco) Si todo esto te parece muy complicado, entonces escribe tu comentario en un e-mail y envíalo a: edquevedo@yahoo.com


Los comentarios van primero al Editor, antes de ser publicados.

viernes, febrero 18, 2022

Veinticuatro Largas Horas

 VEINTICUATRO LARGAS HORAS

Eduardo,  febrero  del  2022
Rollinsford, New Hampshire

El viernes 4 de febrero del año en curso fue un extraño día, lleno de desafíos, como obstinado en someterme a prueba. No creo que los retos planteados hayan sido gigantes, sino que a veces nos sentimos más vulnerables que de costumbre, y los problemas parecieran tener un mayor tamaño.

A las ocho de la mañana supe que iba a ser un día duro. A esa hora salí de casa para limpiar la nieve que había empezado a caer hacia el final de la noche, e iba a prolongarse a lo largo del viernes. Mi jefe iba a pasar a recogerme en tres horas para reunirnos con el personal de la empresa, y comenzar la misma tarea en las propiedades de los clientes. De tal suerte que quise avanzar todo lo que podía en mi propia casa. Cogí una de las palanas que dejo al costado de la puerta e intenté una, dos, tres palanadas, y no pasó nada. “¡Mierda!”, exclamé. La lampa se estrellaba contra la superficie blanca y no le hacía ni cosquillas. Y es que en realidad no era nieve, era hielo, duro como el concreto.

Las malas noticias para mí habían empezado en la víspera. El jueves por la tarde perdimos la señal de internet en la casa y, como todos sabemos, algo tan simple como ello es un contratiempo grande en la vida actual. Además, en la escuela donde trabaja Terry las clases del viernes iban a ser virtuales. Ella debía enseñar desde la casa… pero no teníamos internet. Ese jueves la empresa proveedora del servicio nos prometió que temprano al día siguiente enviaría un técnico para ver el problema, pero llegado el viernes la visita fue pospuesta para el sábado en razón de la tormenta.

Ese viernes trabajé con Kevin, un gringo mayor que yo, fuerte como un toro y leal como un soldado. No se necesitó mucho para confirmar el temor que sentí a las ocho de la mañana: romper el hielo con las palanas era bravo, mucho esfuerzo físico y poco resultado. En las horas siguientes dos veces le sugerí a mi jefe que replanteáramos el trabajo: debemos seguir usando los camiones quitanieve en las áreas grandes, pero limitarnos a lo más indispensable en los espacios que requerían lampa. Su respuesta fue: “tenemos que seguir intentando”.

Promoción 1972. Reynaldo aparece en la fila 
intermedia,  detrás  de la reina de la escuela,
y Eduardo  se  encuentra  ubicado a su lado
(una posición antes de él)

El trabajo me inquietaba aquel viernes, pero la verdad es que mi mente estaba más allá de la nieve o el hielo. Pensaba en Reynaldo “Reyna” Cruz Reyes, un amigo de la infancia. En junio del año anterior leí su nombre en una lista de personas fallecidas en Chimbote con covid-19. Así que le pasé un mensaje a Koky, un amigo común, con la esperanza de que se tratase sólo de un homónimo, pasaron los meses y no tuve noticias de él. A inicios del presente mes retomé el tema, e hice la misma pregunta a otro amigo. En la víspera de la tormenta recibí su respuesta: él también había escuchado que Reyna había muerto pero no estaba seguro.

A mitad de mi labor con Kevin decidí usar la palana menos, y dejar la limpieza de algunas áreas para otro día con mejor clima. Siempre trato de hacer un buen trabajo, pero aquel día no era posible. A Kevin le expliqué mi frustración de esta manera: “Llevo cerca de veinte años limpiando nieve en el invierno. Nieve liviana, nieve pesada o mucha nieve y siempre sé qué hacer. Pero hoy es la primera vez que no sé qué hacer”. Y él masculló: “Es que no es nieve, es hielo”.

El fantasma de Reyna me rondó todo el viernes. Los recuerdos se sucedieron uno tras otro en mi mente. Fuimos buenos amigos durante la primaria, y en 1973 iniciamos la secundaria en el colegio San Pedro. Lamentablemente ese año ocurrió algo que nos distanció. Un día a la salida del colegio me hizo una broma de muy mal gusto, yo le reclamé, y resultamos trompeándonos ante un gran número de estudiantes. En los años y décadas siguientes nos evitamos y no pasamos de una venia formal al saludarnos.

Recordé que cuando era niño a menudo iba a verlo a su barrio 12 de Octubre para jugar fútbol en el interior del local comunal, y corríamos tras la pelota con su hermano Cholín, los Zárate, los Peralta, Koky Quiñones, Shanti Zavaleta, Pelé Villanueva, y otros amigos más. Y luego vino 1972, nuestro último año en la primaria, y uno de esos días se acercó a mi carpeta y me dijo: “Eduardo, en quinto grado hay una chica que me gusta, se llama Mérida”. Y entonces empezamos a ir a mirarla a través de las ventanas de su salón, y lo mismo hacíamos por las noches frente a su casa. Y con eso nos contentábamos.


Año 2015. Reencuentro de la Promoción
1972.  Reynaldo y Eduardo aparecen en 
la parte inferior de la foto
El año 2015 viajé al Perú. Una vez en Chimbote encargué a mi amiga Katty Sandoval que organizara un reencuentro con mi promoción de primaria. A los pocos días ella me trajo una buena noticia. Me contó que había visitado a Reyna para invitarlo a la reunión y él le había dado una fotografía que ninguna otra persona tenía: la clase en pleno de 1972. El día del reencuentro Reyna y yo conversamos un montón, y sentimos el cariño de los viejos tiempos otra vez. En cierto momento metió su mano al bolsillo, sacó algo, y me lo dio diciendo: “Eduardo, yo sé que tú no tienes esto. Son unos prendedores que se hicieron con motivo de las Bodas de Oro del colegio San Pedro. Quiero que tú los tengas”.

El viernes 4 de febrero, yo me preguntaba si aquellas últimas palabras de Reyna eran la forma que él había elegido para despedirse de mí para siempre. Entretanto la limpieza de la nieve ya estaba en su tramo final. Habíamos terminado una propiedad cercana a la mía, y a Kevin le dije: “Amigo, ahora vamos a limpiar mi casa, y luego a los dos últimos clientes”. Revisé mi celular para asegurarme que los otros compañeros de trabajo se encontraran bien. Y acto seguido nos dirigimos a mi domicilio. Eran las seis de la tarde y las sombras de la noche ya cubrían a New Hampshire por completo.

Rápidamente limpiamos sólo el acceso principal a mi vivienda. Y estando ya en el camión listos para ir a la penúltima propiedad, le mencioné a Kevin que iba a llamar al cliente para que sepa que estamos en camino. En ese instante me di cuenta que no tenía mi celular conmigo. Lo busqué en el interior de la cabina y nada. Me bajé del camión y miré alrededor del área de mi casa en que habíamos trabajado, y nada. Entonces supe que estaba frente a un problema serio.

A Kevin le dije que no podía seguir laborando y que necesitaba pensar en mi situación. Él se marchó. Y yo me quedé anonadado cavilando en los años y años que me habían tomado compilar la información que tenía en el celular. Pero la preocupación más inmediata fue un cliente que era especial para mí, esa semana él viajó con su familia a Florida por tres meses y me había confiado el cuidado de su casa, y cada día me enviaba instrucciones acerca de su propiedad.

Yo no tenía duda que el celular lo había perdido en mi propia casa mientras limpiaba la nieve. Traté de buscarlo removiendo con mis dedos uno de los montículos de nieve, como separando la paja para encontrar la aguja. Pero a medio camino desistí, la idea era descabellada y en realidad necesitaba descansar.

Lunes  7  de  febrero  del  2022,  foto
tomada cerca de la casa de Eduardo

El sábado amaneció con la promesa de ser un buen día. Las nubes se fueron diluyendo poco a poco. Y el cielo se fue tornando azul. Al mediodía el servicio de internet fue restablecido en mi casa. Pensé en Reyna otra vez. Sabía que los dados ya estaban echados pero la esperanza es lo último que se pierde. Volví a escribir a Koky preguntándole por nuestro común amigo. El lunes siguiente él me confirmó la triste noticia, pero para entonces yo ya estaba en paz conmigo mismo. 

Parte del sábado traté de averiguar si había alguna forma de transferir la información de mi desaparecido celular a otro nuevo. Las respuestas eran negativas. A las siete de la noche Terry me acompañó a comprar un nuevo celular. Un joven amable nos atendió. Explicó que recuperar la información dependía de varios factores, y que muchas veces era imposible. A mitad de la charla nos pidió que cruzáramos los dedos. Finalmente nos miró, y con una gran sonrisa nos dijo que habíamos tenido suerte. Yo sentí que necesitaba una copa de vino.

Veinticuatro horas antes me pareció estar en medio de una pesadilla. Y veinticuatro horas después me sentía como en el final feliz de una película… no perdí ningún dato y mi nuevo celular es mucho mejor que el anterior. ¡De haberlo sabido!


New Hampshire, USA

Febrero, 2022

NOTA:

Si deseas dejar un  comentario ten en cuenta lo siguiente: debajo del recuadro para los comentarios aparece una opción que dice “comentar como”. Acá sólo debes seleccionar la opción que dice “nombre” y en este recuadro escribe tu nombre (Deja el recuadro URL en blanco) Si todo esto te parece muy complicado, entonces escribe tu comentario en un e-mail y envíalo a: edquevedo@yahoo.com


Los comentarios van primero al Editor, antes de ser publicados.