PASAPORTE GRINGO
Ceremonia de Naturalización
Ciudad de Bedford, New
Hampshire. Abril, 2017
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El pasado martes siete de marzo Terry y yo salimos de casa a las once y quince de la mañana. Fue un día nublado, gris y lluvioso. Tras muchos meses de espera, por fin se iba a llevar a cabo mi entrevista y examen para obtener la ciudadanía estadounidense. La cita era en la ciudad de Bedford, New Hampshire, ubicada a hora y media de mi lugar de residencia. Apremiado por el trabajo y los quehaceres de la casa no pude prepararme adecuadamente para el examen. Incluso, durante varios meses quise tomar un curso nocturno de Educación Cívica, pero no se dio. Llegado el día señalado sólo me quedó confiar en mis conocimientos de cultura general que alimento a través de lecturas habituales y el seguimiento de las noticias.
Años atrás había adquirido el derecho a la ciudadanía estadounidense pero no la solicité, por entonces aquello no había sido una prioridad para mí, pero todo cambió el año 2016 cuando durante las elecciones primarias del Partido Republicano el candidato Donald Trump comenzó a perfilarse con fuerza como posible ganador. Considerando que su candidatura representaba un peligro para valores democráticos como la tolerancia, inclusión y sensibilidad social, decidí adquirir la ciudadanía y sufragar en la elecciones. Lamentablemente el derecho a voto me llegó demasiado tarde, y Donald Trump devino en presidente de todas maneras.
En Bedford me fue bien, aprobé el examen y me dijeron que por correo postal me indicarían la fecha para la ceremonia de naturalización. El viaje de vuelta a casa fue igual al de ida: el cielo permanecía encapotado y la lluvia se estrellaba persistentemente contra el parabrisas del auto. Apenas se distinguía la pista, los árboles o los edificios. El mundo era un lienzo gris con trazos imprecisos de matices plomizos. O, por lo menos, así lo percibía mi estado de ánimo. Abatido por problemas de salud en mi familia y escasas horas de sueño me hundí en el asiento del carro, “maneja con cuidado” le dije a Terry, y me refugié en mis pensamientos.
Ceremonia de Naturalización
Ciudad de Bedford, New
Hampshire. Abril, 2017
Eduardo & Terry
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Mientras el vehículo avanzaba en la carretera, mi mente retrocedía en los recuerdos. Hasta entonces no había pensado con detenimiento en cómo aquel politizado jovencito de los años setenta que gritaba “¡Acción contra el imperialismo yankee!”, ahora, en el otoño de su vida se encontraba a punto de devenir en un “gringo”. No sentía complejos al respecto, sólo la curiosidad intelectual de entender la evolución. No faltará por ahí la sonrisa burlona de algún crítico ante mi noticia. No importa, sé que la envidia guarda muchos disfraces en su ropero y el de “anti todo” es uno de ellos. Al final de cuentas, de la gente de mi generación que algún día militamos en uno u otro lado del espectro político, no somos muchos los que hemos mantenido la pobreza con decencia a lo largo de nuestras vidas.
Desde que mi hija Dorothy nació en Londres el año 1999, en forma regular hicimos viajes de Inglaterra a USA para visitar a la familia de mi esposa, y finalmente el 2003 nos mudamos del todo a este país. En New Hampshire ha crecido mi hija, he aprendido el inglés norteamericano, me he hecho de mi propia casa que arreglo y cuido con mis mismas manos, mantengo una buena relación con la familia de aquí, tengo un puñado de buenos amigos, y en el trabajo soy considerado por las personas con las que me relaciono.
Hay cariños que crecen sin que uno mismo se de cuenta, sean por una persona o por un lugar. Es mi caso con este país. En realidad yo no lo sabía y lo descubrí de una manera inesperada. Sucedió durante la Copa del Mundo 2006 en Alemania. USA jugaba contra Ghana y yo sentado en el mueble miraba el partido en la televisión, los africanos estaban un gol adelante y a los 43’ del primer tiempo llegó el empate por intermedio de Clint Dempsey, salté en el aire entusiasmado y grité ¡GOL! Estuve celebrándolo por unos instantes y luego me di cuenta de mi reacción. Fue una revelación. Pude haber seguido festejando… pero unos minutos después Ghana anotó otro gol con lo cual eliminó a USA del mundial.
El año 2008 el pueblo estadounidense eligió al primer presidente negro de la historia de este país, acontecimiento que me llenó de orgullo y alegría. Durante el mandato del Presidente Obama admiré su honestidad, decencia y humanismo. No tengo duda que el tiempo y la historia lo recordarán como uno de los hombres más importantes de la vida política norteamericana. Y, como si ello fuera poco, el año pasado llegué a pensar que la vida también me daría el privilegio de ver elegida a la primera mujer presidenta. Lamentablemente, como es por todos conocido, Hillary Clinton perdió las elecciones y esta gran posibilidad no se cristalizó.
Manzano silvestre en el patio
de la casa. Rollinsford, New
Hampshire. Mayo, 2017
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El miércoles 26 de abril volví a Bedford para la ceremonia de naturalización. Hasta la mañana del día anterior el plan era que yo viajaría solo al evento, pues ese mismo miércoles Terry tenía programada una cita médica en la ciudad de Boston. Pero el martes sucedieron dos cosas: al llegar al trabajo mi jefe me dijo que su esposa y él habían decidido acompañarme a Bedford y, horas más tarde, Terry me anunció que había logrado cambiar la fecha de su cita médica y que también vendría conmigo. En realidad llovió tanto el miércoles que temprano mi jefe debió cancelar el trabajo y nadie laboró ese día. “Los vientos de marzo y las lluvias de abril traen las flores de mayo”, dice un viejo proverbio inglés, y la gente de Nueva Inglaterra con razón lo repite como propio.
Con marzo se fue el invierno y con abril había llegado la primavera. Camino a Bedford ya no había nieve en las calles, en cambio resaltaban las flores amarillas de los arbustos de forsitia y las rosado púrpuras de los rododendros; los esqueléticos árboles de arces salpicados de brotes que darían lugar a nuevas hojas; las magnolias, cerezos y manzanos silvestres exultaban capullos que pronto explotarían en flores, color y belleza; y en los jardines más próximos a las casas las albas campanillas y púrpuras azaleas (flores de transición entre el invierno y la primavera) ya se habían despedido y ahora los espacios eran disputados por narcisos amarillos, jacintos azules y pensamientos con todos los colores del arco iris, mientras que lirios, peonías y tulipanes iban sacando la cabeza de su manto de tierra y empezaban a desperezarse tras un largo sueño invernal.
La ceremonia en Bedford fue sencilla y acogedora. Al final de los discursos una treintena de personas de diversas partes del mundo recibimos los certificados que nos acreditan como ciudadanos del país del Tío Sam. Durante el viaje de regreso mi jefe, su esposa, Terry y yo nos detuvimos en un Starbucks de la carretera y compartimos café, pasteles y mucha conversación. Esa fue la única celebración. A todos nos esperaban quehaceres en la casa y al día siguiente había que trabajar. Terry y yo hicimos planes para obtener mi pasaporte estadounidense. Como peruano muchas veces me resulta difícil obtener visa para viajar a diferentes países, y un pasaporte con la nueva nacionalidad me abriría las puertas de esos lugares.
Puerto de Portsmouth, New
Hampshire. Agosto, 2003
Eduardo & Dorothy junto a
su primer domicilio en USA
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El sábado seis de mayo también llovió. Ese día Terry y yo viajamos al puerto de Portsmouth para gestionar mi nuevo pasaporte en una oficina que atendía medio día y no requería cita previa. El realidad había llovido bastante desde el día anterior y en el sótano de mi casa la bomba de agua trabajaba frenéticamente para expulsar hacia afuera el agua que a través del subsuelo incesantemente se filtraba al interior de la casa. En otro relato he contado que años atrás, durante las pérdidas de fluido eléctrico causadas por tormentas de nieve, hielo o viento, la bomba de agua dejaba de funcionar y yo debía sacar el agua del sótano con baldes de la misma manera como lo hacen mis compatriotas en el Perú, pero ese problema lo solucioné adquiriendo un generador eléctrico que cubre los vacíos durante los “apagones”.
Tengo un cariño especial por Portsmouth y siento alegría cada vez que vuelvo a este lugar vibrante y diverso. Fue la primera ciudad del estado de New Hampshire donde viví cuando el año 2003 nos mudamos a Norteamérica. Aquí sólo residimos un mes pero me recuerda a la mezcla de inquietud y esperanza de mis primeras vivencias en el nuevo país. Mi hija Dorothy entonces tenía cuatro años de edad y por las tardes la llevaba al malecón a mirar el Océano Atlántico, y cada media hora esperábamos a que el puente Memorial se abriera y cerrara para dejar pasar a los barcos. Además, cada puerto y cada mar que veo en el mundo me evocan siempre a otro puerto en el Pacífico Sur, en cuyas olas se mecen todavía las otras partes de mí.
El día martes 16 del presente mes no llovió. En realidad fue un día esplendoroso, temprano por la mañana me fui a trabajar y hacia el final de la tarde regresé a casa. Sin saber que adentro me esperaba una sorpresa, me quedé frente a la puerta por unos minutos disfrutando de la primavera que había alcanzado la cima de su belleza y en el aire parecía sentirse la música de Vivaldi. Como en una sinfonía, podía escuchar la flauta de los pájaros, las cuerdas del susurro de los árboles, y la percusión de las cortadoras de césped de mis vecinos.
Al ingresar a la casa puse la lonchera en el piso y me dirigí al lugar donde se ubica mi laptop. A unos pasos de distancia pude ver que Terry me había dejado un sobre de correo postal encima de la computadora. Cuando lo cogí y sentí su interior, sin necesidad de abrirlo supe lo que contenía: mi pasaporte estadounidense había llegado.
New Hampshire, USA
Mayo, 2017
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