LA RUTA DE LOS DIBUJOS DE DOROTHY
Retrato a carboncillo dibujado por Dorothy, 2014 (Exposición y Subasta Escolar)
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Una tibia tarde primaveral del último mes de mayo, Terry se encaminó al edificio de los artistas y artesanos de Rollinsford en New Hampshire. Había en sus pasos determinación y fuerza de voluntad a toda prueba: No iba a permitir que los trabajos de arte de nuestra hija formen parte de la subasta programada por la escuela para recaudar fondos.
Al término del año escolar, un dibujo a carboncillo y una acuarela de Dorothy habían sido seleccionados junto a otros trabajos para una exposición que concluiría con su venta al mejor postor. Nuestro temor era que durante la subasta los precios se elevaran tanto que al final nosotros no pudiéramos comprar las obras de nuestra propia hija.
Fue hace una década atrás cuando con certeza advertí que Dorothy desarrollaba un talento especial para el arte y en particular para el dibujo. Tenía ella, entonces, apenas cinco años de edad. La noche del 11 de marzo del 2004 su kindergarten organizó una exhibición de arte con los trabajos de los alumnos. Parado frente a la exposición tuve una revelación: El dibujo de Dorothy tenía destreza y una depuración que destacaba con nitidez frente a las creaciones de los otros niños.
El año anterior, 2003, nos habíamos trasladado de Europa a Estados Unidos, y como todo comienzo fue una etapa dura para mi familia. En Inglaterra habíamos alcanzado una vida estable y tranquila, pero Terry quiso que nos mudáramos a New Hampshire en USA, pues ésta era la tierra que la vio nacer, y que después de concluir sus estudios superiores ella dejó para ir a vivir al Viejo Mundo.
En Estados Unidos mi esposa y yo volvimos a empezar de la nada otra vez. Nuestro flamante departamento alquilado era prácticamente sólo paredes y techo. El primer día Terry fue a Walmart y compró tres platos, tres tazones y tres cucharas, y comimos sentados en las gradas de la escalera. De Inglaterra trajimos sólo nuestras maletas de viaje, y parte de nuestras pertenencias llegarían por barco después de nuestro arribo a New Hampshire. Por lo demás, los artefactos y electrodomésticos no servían en USA y los regalamos en Londres, la vajilla decidimos dejarla, los muebles eran demasiado pesados como para pagar flete, y el piano y el carro los malbaratamos.
Una vez en New Hampshire mi esposa fue a trabajar a la escuela que la había contratado, y yo me quedé en casa al cuidado de mi hija mientras resolvía mis papeles de inmigración y el permiso de trabajo. En estos lugares tener auto es absolutamente indispensable para movilizarse. Las personas diariamente manejan su propio carro para ir al trabajo, e incluso desde el interior de sus coches recogen el correo de los buzones postales, retiran dinero de los cajeros automáticos, y hasta compran un humeante café… pero yo adquirí una bicicleta de segunda mano. Y a partir de ese momento alteré el rutinario paisaje de la ciudad: No sin sorpresa la gente empezó a ver un inmigrante latino en bicicleta llevando a la escuela a su pequeña hija bajo sol o lluvia.
“Princess”, dibujado por Dorothy, 2004 (Exposición de su Kindergarten) |
La pasión de Dorothy por el dibujo y la pintura empezó en Londres desde pequeñita. Entonces yo trabajaba en las madrugadas y la cuidaba durante el día. Los primeros cinco años de su vida me quedé en la casa para atenderla. No tengo duda que aquellos años fueron los más felices de mi vida. Cada día fue una explosión de aventuras colmadas de juegos y actividades, y aún a esa temprana edad lo que más le gustó a Dorothy fue siempre el dibujo y la pintura. Hice un caballete de pintor y a diario terminábamos embadurnados con pintura de pies a cabeza.
Un mediodía a finales de agosto del 2003, Dorothy se encontraba jugando en la sala de la casa, miró a la calle a través de la ventana, y exclamó con alegría: “Binky is here!”. Tras cuatro semanas de nuestro arribo a New Hampshire y haber vivido como ascetas, llegaban nuestras pertenencias de Londres. Las trajo un camión de mudanza. “Binky” era un oso de peluche grande, del mismo tamaño que Dorothy. Y era su favorito. Con él llegaron todos los materiales de dibujo y pintura de mi hija. También la ropa, cosas para la cocina, los libros de Terry, mis herramientas que otra vez cruzaban el Atlántico: las había heredado del padre de Terry, a través de los años las fui llevando poco a poco de New Hampshire a Londres, y ahora regresaban a New Hampshire.
Acuarela pintada por Dorothy, 2014 (Exposición y Subasta Escolar) |
El último mes de febrero ella cumplió quince años de edad. No le di un regalo grande pero sí una promesa: “Antes que me haga demasiado viejo te llevaré a Japón para que conozcas la cultura y el arte de ese país”, le dije. Sucede que su estilo de dibujo ha derivado hacia el “anime” japonés, y constantemente crea sofisticados personajes de historietas dentro del concepto “manga” nipón. Ello le ha despertado un interés general por la cultura del País del Sol Naciente.
Los días en que por las empinadas calles de la ciudad yo manejaba una bicicleta con mi hija en el asiento posterior, han quedado atrás. Si quisiera hacerlo otra vez ya no podría. Los años no pasan en vano. En su momento lo hice porque en la vida muchas veces hay que pedalear cuesta arriba. El amor y el esfuerzo por los nuestros nos permiten llegar a la cima.
En realidad los años no pasan en vano en ninguna actividad. La tecnología de nuestro tiempo se renueva a una velocidad de vértigo, y las artes no son ajenas a este cambio. Desde hace un año Dorothy viene utilizando aparatos electrónicos como el tablet, y con éste han aumentado las posibilidades para el detalle y la experimentación en sus dibujos… ¡Y ni hablar de la cantidad de tiempo que se dedica a ello!
Aquel día de mayo en que Terry caminó al edificio de los artistas y artesanos, yo regresé del trabajo y encontré en la casa el dibujo a carboncillo y la acuarela de Dorothy que habían sido seleccionados para la subasta (… y que temía podrían costarme un ojo de la cara). No pude creer que Terry, normalmente tímida y callada, hubiese tenido la firmeza para oponerse a la subasta y recuperar ambos trabajos de mi hija. “¿Cómo lo has hecho?”, le pregunté.
“En esta casa no tendremos riquezas materiales”, me dijo. “Pero tengo cajas y cajas donde guardo toda la creación artística de mi hija desde que cogió un pincel por primera vez”, continuó. “Y no iba a permitir que estos trabajos tan lindos falten en su colección”, concluyó.
Pensé en las palabras de Terry, y decidí escribir esta historia.
New Hampshire, USA
Septiembre, 2014
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