sábado, marzo 14, 2015

El Invierno del Año 2015

EL INVIERNO DEL AÑO 2015

Invierno 2015 (Patio trasero de la casa)
En New Hampshire el invierno oficialmente empieza el 21 de diciembre, y el anhelo siempre es tener un “White Christmas” (Navidad con nieve), pero desde el 26 de noviembre último, víspera de mi cumpleaños, en forma inesperada y por demás prematura, la región fue golpeada brutalmente por una tormenta de nieve que derribó árboles y colapsó servicios básicos como la electricidad.

Yo esperaba mi día con ilusión. Siempre cae alrededor de mi feriado favorito: Thanksgiving, el cual se celebra el cuarto jueves de noviembre, y el 2014 ambos coincidían. Mi familia tenía muchos planes, desde la víspera Terry preparaba las viandas que al día siguiente llevaríamos a la casa de su hermana Karen, en la ciudad de Bow, donde celebraríamos tanto Thanksgiving como mi cumpleaños, pero el imprevisto zarpazo de la naturaleza canceló todo, y terminé trabajando de emergencia en la limpieza de nieve.

Trabajé tanto la víspera como en mi santo. Limpiar nieve es una tarea que realizo en invierno con la finalidad de obtener un ingreso extra. Por lo general no ocurren demasiadas tormentas, pero esta vez, ni su tempranera aparición en Thanksgiving nos hizo suponer que el invierno del 2015 iba a ser histórico, tanto por la brutalidad del frío como por la descomunal cantidad de nieve. Los números son elocuentes: el mes pasado ha sido el más frígido febrero de los últimos 146 años, y la nieve total un récord de 2.13 metros.

Invierno 2010 (Parte del patio trasero de la casa)
No tengo duda que hoy por hoy, si viéramos las ciudades de New Hampshire desde cierta altura, lucirían como intrincados laberintos blancos. Un mapa nuevo trazado como resultado de la lucha entre el hombre y la nieve. Ésta que lo sepulta todo y aquel que abre espacios para continuar su vida. En las calles camiones especializados limpian la nieve formándose, en los costados, verdaderas cordilleras blancas. En las casas se amontonan cerros de nieve a ambos lados de entradas y accesos. La circulación cotidiana queda reducida a un sistema de recovecos, e infinitos ramales se interconectan dentro de este gran laberinto de nieve.

No conocí la nieve en el Perú. En Inglaterra viví diez años y nunca vi más que unos centímetros acumulados en el suelo. New Hampshire ha sido mi verdadera prueba de fuego, pero cierto es también que la vida nos prepara para lo que venga. Ya llevo una década en esta parte de Estados Unidos, y a pesar de su duro invierno siempre la he considerado mi estación favorita, no sólo por su belleza sentimental sino también por su propensión inspirativa. Mis pensamientos ganan profundidad y mis escritos fecundidad. El contacto con el medio ambiente se intensifica, palanear la nieve deviene una suerte de deporte vital, un diálogo con la naturaleza.

Invierno 2011 (Parte frontal de la casa)
Pero como dice mi madre, está bien culantro pero no tanto. Y ese es el caso actual: nieve, nieve y nieve. Sin un respiro para la lectura ni para escribir. Hace unas semanas mi hija cumplió dieciséis años y a las justas pude verla un par de horas, pues debí meterme a la cama para descansar un poco y volver a salir por la madrugada para continuar mi labor. Días consecutivos de largas jornadas. Durante las tormentas limpiando nieve, y durante las treguas preparando espacio para más nieve en camino.

Debido al frío las pistas, veredas y accesos domiciliarios se recubren de hielo. Un pie mal puesto podría terminar en una aparatosa caída. Camiones especializados recorren las calles tirando una mezcla de arena y sal, la primera brinda tracción a los carros y la segunda derrite el hielo. Al abrir la puerta por las mañanas mi pasadizo y vía de acceso asemejan espejos de hielo. Antes de ir al trabajo arrojo sal al pavimento y el hielo empieza a rajarse como un vidrio roto, o como mis propias manos cuarteadas por el frío. Siempre dejo en la puerta una nota para Terry y Dorothy: “Cuidado con el hielo”.

Mientras el hombre en su lucha con la nieve logra recuperar calles y accesos a sus casas, en los techos la nieve se acumula sin oposición. Las edificaciones en New Hampshire son estructuras de madera, y sólo pueden soportar un peso limitado. En este escenario la lluvia es un enemigo mortal. La nieve actúa como una esponja que absorbe lluvia, y ante el sobrepeso los techos se desploman. Hacia la cuarta semana de febrero el servicio meteorológico anunció lluvia, y se desató una febril actividad de gente trepando a sus techos para limpiar la nieve.

Invierno 2015 (La casa)
El final del trabajo diario, para mí ha sido sólo el inicio de una nueva jornada en mi propia casa. Además de limpiar el área para los autos y el techo, hay que palanear los accesos a cada puerta, al tanque de combustible para la caldera de calefacción, al tanque de gas propano para la cocina, al buzón del correo, al cobertizo, al medidor de electricidad, a la terraza, al rincón donde guardo la escalera, al punto donde instalo el generador, etc. Los alrededores de mi casa, visto desde la altura de la Casita de Dorothy, también asemejan un intrincado laberinto blanco.

La vía de entrada a mi casa es la que me da más trabajo. Debe estar libre de nieve para aparcar los dos autos de la familia y un espacio adicional para alguna visita, camiones surtidores de combustibles, o servicios de reparaciones. A lo largo de varias semanas desde esta entrada dirigí la nieve hacia el patio trasero. Tanto acumulé en este otro lugar que terminó formándose una montaña gigante de nieve compacta y que, por otro lado, bloqueó un caminito que palaneo para transportar el generador portátil desde el cobertizo hasta su punto operativo en caso de emergencia.

El tercer viernes de febrero, a mi regreso del trabajo fui directamente a la montaña para removerla. En la oscuridad de la noche una, dos, tres y muchas veces estrellé la palana contra la masa blanca y no pasó nada. Sólo unas esquirlas de nieve dura salieron volando. Di un paso atrás y volví a arremeter con la lampa pero el peñón ni se inmutó. Era la primera vez que la dureza de un trabajo me vencía. “Los años no pasan en vano Eduardo”, pensé para mis adentros. Guardé las herramientas y entré a casa perseguido por la desazón. Supe que esa noche iba a tener mucho en que cavilar.

Invierno 2015 (Vía de entrada a la casa)
En realidad dormí bien y me desperté de buen humor. Tomé un desayuno que me gusta pero que por lo general evito: dos huevos y dos salchichas fritos, dos rebanadas de pan y un tazón de té. Escogí mis mejores palanas y me vestí para el frío, mientras me arropaba pensé en mi padre, él vino a mi mente con un consejo: “Nunca te des por derrotado sin antes haber dado una buena pelea”. Una vez listo salí en busca de la montaña. Tres horas más tarde no quedaba ni rastro de aquella masa blanca que había bloqueado mi camino, sólo unas gotas de sudor que se cristalizaban con el frío. 

La primera tormenta de la temporada impidió celebrar mi cumpleaños. Aquel día cumplí cincuenta y cuatro años de edad. Este invierno ha sido un gran desafío pero he salido fortalecido. En el otoño de mi vida aún tengo muchos inviernos por ver y vencer. Que sigan llegando… aquí los espero con mi palana.

New Hampshire, USA
Marzo, 2015

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