sábado, febrero 02, 2013

Mi Amigo Bernardo


MI AMIGO BERNARDO

Bernardo Cabellos Sabino: regidor 
provincial, período 1990-92 
Conocí a Bernardo Cabellos Sabino, el verano de 1978, en el local central del Partido Aprista en Chimbote. Me impresionó desde un primer momento. Tenía facilidad de palabra, ideas claras, devoción por el trabajo de base, y un tremendo carisma. 

A pocas semanas de tratarnos nuestras sillas coincidieron una al lado de la otra, en una amplia mesa de bohemia en el antiguo bar Kiko de la segunda cuadra del jirón Elías Aguirre. Conversamos desde el anochecer hasta el amanecer, percibí entonces que Bernardo era el reflejo de mi propia visión sobre el país y el Partido.

Ese mismo año fuimos elegidos dirigentes del estamento juvenil aprista que afrontó la campaña electoral para la Asamblea Constituyente de 1978, e iniciamos una sólida amistad, la misma que treinta y cinco años más tarde continúa tan fraterna como siempre. 

Recuerdo que la madrugada del 27 de octubre de 1978 realizábamos activismo político frente a la puerta principal de SIDERPERÚ y fuimos perseguidos varias cuadras por la policía. Bernardo, otros muchachos y yo fuimos detenidos en Seguridad del Estado. Él tenía veinte años de edad y yo dieciocho. El episodio fue breve, pero marcó el inicio de muchas otras detenciones que en razón de nuestros ideales llegarían con el tiempo.

Coincidentemente, este mismo hecho se vincula con otro de importancia en la historia del Partido Aprista de Chimbote: Al caer la tarde de aquel 27 de octubre Bernardo y yo salimos libres, y fuimos directamente a la Casa del Pueblo donde nos esperaba otro gran amigo de la época: Julio César Sifuentes Arias. Ese día se había iniciado la III Convención Departamental del Santa, e ingresamos al evento en representación de la juventud aprista. En aquella Convención logramos romperle el espinazo a la guardia vieja del Partido, y finalmente se acordó la renovación del Comité a través de nuevas elecciones.

1981 - Eduardo y Bernardo sentados en 
la primera fila (mismo color de ropa)
Nuestras largas jornadas de activismo forjaron entre Bernardo y yo una amistad de hermanos. Comimos del mismo plato para mitigar el hambre de las noches. Sorbimos de la misma “chata” de ron para atenuar el frío de las madrugadas. Y a menudo nos perdimos en interminables noches de bohemia compartiendo los mismos sueños por un mañana mejor, y la misma música romántica que marcó nuestras vidas para siempre.

En 1981 lideré a un amplio sector de jóvenes apristas que quiso afirmar una línea de izquierda dentro del Partido. Bernardo organizó y dirigió con brillantez la VI Convención Departamental de la Juventud. Este evento debió elegirme secretario general ese año, pero la cúpula capitalina suspendió las elecciones a nivel nacional. En 1982 Bernardo nuevamente se encargó de preparar la VII Convención, donde finalmente fui elegido en el cargo.

Con la ayuda invalorable de Bernardo, Julio César Sifuentes Arias y otros jóvenes ejecutamos un exitoso trabajo político y social, el mismo que tuvo su correlato a nivel de adultos con el profesor Alejandro Ponce Rodríguez. Luego a fines de 1983 yo me mudé a Trujillo, unos años después me distancié del Partido en forma definitiva y para siempre.

Bernardo se quedó y continuó una carrera política exitosa. Ganó en 1986 las elecciones internas apristas para integrar la lista de candidatos a regidores provinciales pero la cúpula partidaria soslayó los resultados. No obstante, ya nadie pudo impedir que en 1990 nuevamente gane y se convierta en uno de los regidores más jóvenes y brillantes de la segunda gestión edilicia del Ing. Alberto Alfaro Beltrán, en cuyos debates Bernardo se movió como pez en el agua gracias a su sólida formación política. 

Entretanto en el Partido Aprista continuó el proceso de deterioro político y moral que todos conocemos, y Bernardo también se retiró de la vida partidaria activa. Desde entonces ha manteniendo un perfil bajo, aunque sin perder la única militancia política que ha tenido a lo largo de toda su vida.

Bernardo, sus padres y parte de su familia
Mi amigo Bernardo nació en Chimbote el 16 de octubre de 1958, estudió primaria en la Escuela Adventista del Santa y la Gloriosa 329, cursó la secundaria en el Colegio Erasmo Roca. Se graduó de Contador Público por la Universidad San Pedro, en la actualidad se dedica a su profesión en forma independiente. En una oportunidad estuvo casado, “pero no por mucho tiempo” como él mismo lo dice. Fruto de su matrimonio nació su hijo Jack Ronald, quien actualmente tiene 32 años de edad, y en otras relaciones nacieron Flor de María, 24, y Rodrigo, 5. 

Cuando comenté a mi amigo Marco que iba a escribir un relato sobre Bernardo, me preguntó: ¿Y vas a mencionar que en una época fue un Don Juan? Entonces sonreí de la misma manera como lo estoy haciendo ahora. Lo cierto es que hubo un tiempo en que el buen Bernardo adquirió esa fama, y una vez me dijo que le gustaría tener como epitafio una frase que diga, “Si Neruda confiesa que ha vivido, yo confieso que he amado”.

Han pasado treinta y cinco años desde que nos conocimos, y casi dos décadas desde que yo salí del Perú. El tiempo y la distancia han servido para aquilatar el valor de nuestra amistad. Es cierto que los años nos van pasando la factura, él ha ganado peso y yo he perdido cabello, sin embargo, en nuestras charlas semanales seguimos riendo con la misma picardía de siempre.

2012 - Bernardo & Eduardo, Chimbote-Perú
Quienes siguen mis relatos de cerca habrán notado que el nombre de Bernardo aparece en varias partes. Y no podría ser de otra manera, pues cada vez que viajo al Perú juntos recorremos las calles de Chimbote en busca de viejas amistades, y en busca de la información que necesito para completar diferentes proyectos sobre los que escribo.

En los últimos tiempos la salud viene jugando una mala pasada al buen Bernardo. Son meses de peregrinaje por hospitales, de preguntas sin respuestas, y de incertidumbre. Inexorablemente, él ha devenido más místico, más filosófico, como preparándose para un gran partido cuyo resultado no lo tiene del todo seguro en las manos.

Los muchos amigos que tiene en el Perú y en diferentes partes del mundo hacemos fuerza para su recuperación. Bernardo va a necesitar echar mano a toda esa fortaleza con la que se ha abierto paso en la vida, y con la cual ha vencido tantos otros momentos de prueba.

No tengo duda que esta hora de sobresalto pasará. Y sé también que durante mi próximo viaje al Perú reuniré nuevamente a los viejos amigos de 1978, sentaremos a Bernardo a la cabecera de la mesa y brindaremos otra vez por la vida. Entonces alzaré mi copa y recitaré una frase que vive conmigo desde hace treinta y cinco años. 

... Una frase que el mismo Bernardo me dijo la noche de 1978 en el bar Kiko de Chimbote: “Debemos ser unos visionarios, unos hombres correctos que en cada momento de la vida luchen por las causas justas”.

New Hampshire, USA
Febrero, 2013

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