sábado, marzo 17, 2012

El Año de los Tres Deseos

EL AÑO DE LOS TRES DESEOS
Trujillo, mediados de los años '80.
Eduardo y un grupo de estudiantes 
 de la Facultad de derecho 
Érase una vez en 1981 que los astros se alinearon a mi favor y mi hada madrina me concedió tres deseos. Uno pudo haber sido suficiente. Dos habrían sido una gran noticia. Pero las buenas nuevas llegaron a manos llenas, ¡y fueron tres!
Si se arguyera que alguno de mis tres deseos no fue gran cosa, yo diría que cuando se ha crecido en un vecindario como el mío, y hubo días en que los muchachos del barrio íbamos a la escuela no sólo descalzos si no también con la barriga vacía, entonces estos tres deseos si tuvieron especial significación.
Yo tenía once años de edad cuando en 1972 mi papá cerró su tienda de abarrotes en el barrio San Isidro de Chimbote, Perú y abrió un taller de reparaciones de triciclos y bicicletas en la segunda cuadra de la avenida Buenos Aires. Desde aquel primer día ayudé a mi padre en su taller a la salida de la escuela, los fines de semana y las vacaciones escolares.
Trabajé diariamente hasta 1977. Durante los cuatro años siguientes mi asistencia fue más flexible. Por entonces ya había iniciado una militancia política que por algunos años se convirtió en la pasión de mi vida. Mi padre apoyó mi incursión en la política, me liberó del taller, y sólo me llamó de vuelta durante los días de mayor trabajo.
Cuando en 1978 terminé mis estudios secundarios yo tenía decidido estudiar Derecho y Ciencias Políticas. Por dos años viajé a Lima para postular y no tuve éxito. Estaba demasiado ocupado en la política, y no tomé los exámenes de admisión con seriedad. 
En noviembre de 1980 cumplí veinte años de edad y todavía no tenía enamorada. Había tenido chicas pero no aquella enamorada especial que anhelaba con vehemencia; y, cuya ausencia iba dejando una sensación de oquedad en mis días.
Eduardo, 1981
Entonces llegó 1981: El año de los tres deseos.
Ese año tomé los estudios en serio. Me preparé e ingresé sin dificultad a estudiar Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Trujillo.
Unas semanas más tarde recibí una carta del Seguro Social de Chimbote, donde se me comunicaba que había sido contratado para trabajar en el Hospital de Laderas del Norte con un importante sueldo.
Y unos días después conocí a Adita, mi primera enamorada.
Recuerdo aquel día miércoles de 1981 cuando caminé al taller de mi padre con la carta del Seguro Social en la mano. “En tres días empiezo este nuevo trabajo”, le dije. Habíamos compartido casi diez años en aquel taller, y esa era la despedida. Hablamos largamente, como siempre. Luego me extendió la mano, y mientras estrechaba la mía, me dijo: “Ya estás listo”. Y me marché.
Empecé trabajando en la lavandería del hospital. Once años después, cuando dejé el Instituto Peruano de Seguridad Social, era director departamental de personal en la ciudad de Trujillo con una planilla de dos mil quinientos servidores.
Antiguo  Hospital  del  Seguro  Social  de
Chimbote, junto a la Panamericana Norte
Por razones del caos en el sistema universitario, mis estudios en Trujillo empezaron casi dos años después del examen de admisión. Para entonces yo seguía trabajando en Chimbote. Mis inicios en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas los realicé viajando todos los días. Mi trabajo terminaba a la una de la tarde, a esa hora esperaba, a un costado del hospital en la Panamericana norte, por el ómnibus de la empresa El Aguila. Mis clases en Trujillo eran de tres de la tarde a nueve de la noche. Cerca de la medianoche ya estaba de vuelta en Chimbote. Afortunadamente, antes de que termine el año 1983 fui trasladado a trabajar en Trujillo. Es irónico, pero mi mejor rendimiento académico de toda la carrera universitaria se produjo durante aquel primer año de los viajes diarios. 
Adita se encontraba con “La Colorada” Gladys aquella noche cuando la conocí. Yo llegué al local del Partido Aprista, y por alguna razón no me dirigí a la oficina de la juventud como diariamente lo hacía. Me encaminé a la secretaría de difusión, aquí encontré a Gladys y a una chica super guapa a quien no conocía. Siempre creí que “La Colorada” pudo haber sido ser mi primera enamorada. Pero no se dio. Estábamos demasiado unidos por las cadenas de la amistad, y no supimos encontrar el eslabón que nos condujera a las cadenas del amor. 
Saludé a Gladys primero. Ella debió notar algo en la mirada mía y la de Adita, pues se retiró unos pasos y dejó un espacio por donde se coló un gran amor. “Soy Eduardo”, dije a Adita mientras estrechaba su mano. “Me han dicho que serás el próximo secretario general de la juventud”, respondió ella. En la oficina de difusión había un fuerte olor a papel bulky y tinta para mimeógrafo, pero un olor diferente saturó la oficina en ese instante. Era el aroma del amor. Y acababa de llegar a mi vida.
Pasaron los años. En 1994 viajé a Europa. El Seguro Social y las leyes quedaron atrás. El primer amor se acabó mucho más temprano. Cada uno de los tres deseos de 1981 dejó una huella diferente, pero las cuestiones de amor... ¡Qué duda cabe! Son las que dejaron los mejores recuerdos en mi corazón.
Y colorín colorado este relato se ha acabado.
New Hampshire, USA
Marzo, 2012
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sábado, marzo 03, 2012

El Milenio

EL MILENIO
Sidney, Australia.  La celebración  del 
nuevo milenio más famosa del mundo
Cuando en diciembre de 1999 volaba a treinta mil pies de altura en un boeing 747 de KLM, camino de Londres a Lima, en mi mente no había duda que aquel viaje estaba destinado a quedarse en mis recuerdos para siempre.
He viajado a diferentes partes del mundo, en diversas ocasiones y por distintos motivos. A veces por el dolor de una despedida final, pero la mayoría por la alegría de ver otra vez a familiares y amigos. 
Un día de aquel 1999 mi esposa me había hecho esta pregunta: “¿Dónde quieres celebrar la Navidad y el nuevo milenio?”. Y sin vacilación alguna le respondí: “En Chimbote”.
El nuevo milenio se acercaba. El mundo se preparaba para recibirlo. Y sentado en el avión junto a mi familia, yo meditaba en el extraño privilegio de los seres humanos que íbamos a ser testigos de tan excepcional fecha. Al cerrar 1999 recibiríamos no sólo a un nuevo año y a una nueva década. También a un nuevo siglo y a un nuevo milenio de la era cristiana.
A mi lado en el avión dormía Dorothy, mi bebé con diez meses de nacida. Mi primera y única hija. Había tardado años y años en llegar a este mundo, y finalmente ya estaba acá. Ella era la razón íntima y personal de mi viaje. Por años mi mamá me había venido preguntando cuándo le daría un nieto. Y en la vida de mi padre la arenilla del reloj se le agotaba, y yo me preguntaba si el tiempo le iba alcanzar para conocer a mis hijos... si éstos, alguna vez llegaban.
Por aquellos años yo vivía en Londres, y fui testigo de los grandes proyectos que se pusieron en marcha para celebrar el nuevo milenio. The Millennium Dome, The London Eye, and The Millennium Bridge, sólo por citar algunos.
"The Wobbly Bridge"
Este último tuvo una historia curiosa. Fue el primer puente construido para cruzar el río Támesis en más de 100 años. Lo inauguró la Reina de Inglaterra y fue abierto al público inmediatamente, pero las miles de personas que empezaron a cruzarlo notaron una preocupante oscilación en su estructura. A los tres días fue cerrado y dos años después reabierto tras algunos trabajos adicionales. Desde entonces es conocido como "The Wobbly Bridge" (“El Puente Tembloroso”)
El 20 de diciembre mi avión llegó a Lima. El Aeropuerto Internacional Jorge Chávez estaba más atestado que de costumbre. Miles de viajeros querían celebrar el milenio con sus familiares. Entre los pasajeros que esperaban por su equipaje nos encontramos con el embajador Javier Pérez de Cuéllar. A mi esposa (de origen norteamericano-británico) le dije con orgullo: “Este hombre es peruano y ha sido secretario general de las Naciones Unidas”. Luego de un breve descanso en Lima hicimos el viaje de siete horas por tierra a Chimbote.
De niño crecí en Chimbote con miedo al año 2000. Según algunos grupos religiosos ese año se iba a “acabar el mundo”. Y yo hacía cuentas sobre la edad que yo tendría cuando el apocalipsis llegara. Por una de esas ironías de la vida, en vísperas del año 2000, en Estados Unidos y parte de Europa renació el mismo miedo, aunque por un motivo diferente.
La razón del nuevo miedo fue el llamado “Problema del Año 2000”, o “Y2K” (por sus siglas en inglés). La idea era que los programas de computación no estaban preparados para operar con los dígitos del nuevo milenio, una falla de proporciones apocalípticas quebraría los sistemas informáticos trayéndose abajo los medios de energía, transporte y telecomunicaciones, y el mundo sería arrojado a la anarquía. 
A las 5:15 am del día veintidós mi ómnibus arribó a Chimbote. En el terminal de la segunda cuadra del jirón Elías Aguirre fuimos recibidos por un grupo de familiares encabezados por mi madre. Mi papá aguardaba en casa. En varios taxis nos dirigimos al barrio San Isidro. Avanzamos por la polvorienta avenida Aviación entre infinitos ladridos de perros callejeros. En la distancia divisé la esquina con el jirón Unión. Los autos se detuvieron frente a la casa de mi niñez. 
Y por fin se dio el momento largamente esperado: mi padre alzó, abrazó y besó a mi bebé. 
Unas horas antes del Año Nuevo la casa se llenó de actividad, los adultos alistaban la cena y los chicos jugaban con sus luces de bengala. En las esquinas del barrio los hijos de mis amigos de la niñez se reunían alrededor de cajas de cerveza. Y las doce de la noche llegó.
Chimbote: ciudad que mira al futuro con optimismo
(Foto: Cortesía de José Luis Mariños Cabrera)
A esa hora con mi esposa e hija subimos a la parte más alta de la casa. Desde ahí vimos el cielo de Chimbote iluminarse con el resplandor de los artificios pirotécnicos. Luego bajamos para unirnos a la celebración familiar. 
Días después me despedí de mi familia. Mi padre se despidió de Dorothy (... la vida les iba a deparar otros encuentros más en el futuro cercano). El mundo no se acabó. En realidad recién empezaba para mí: mi hija le había traído vida a mi vida. En el horizonte, un nuevo milenio empezaba también.
New Hampshire, USA
Marzo, 2012
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