sábado, noviembre 19, 2011

THE FIRST KISS (...well given!)



THE FIRST KISS (...well given!)
Eduardo  as a  child on a  bike.  
The first kiss was still far away...
In 1972 my father closed the corner shop that he had in our house, and opened a bike repair shop in a kind of street market on the second block of Chimbote’s Buenos Aires Avenue, between Pizarro and Garcilazo’s streets.
At the workshop bicycles were rented by the hour to the neighborhood kids. Those were times when having a bicycle was almost a luxury. I helped my dad in his workshop every day after school, as well as during weekends and school vacations.
Day in and day out the workshop was full of teenagers waiting for their turn to rent a bike. For some reason the girls preferred that I help them. And so I became friends with many of them ... even more than friends!
Towards the end of 1973 I was 13 years old. At that time, to prevent theft from the workshop, my dad sent my brother Fernando (who was 14) and I to sleep there each night.  We did this happily.  In fact, there was good reason for us to be happy. 
Every night when we arrived at the workshop, Fernando and I picked the best bikes and went for a ride. I always went in search of the neighborhood girls who were always waiting for me at their door for their "turn" to ride with me on the cross bar.
Night after night, half a dozen girls jumped up for a turn on my bike. For some of them it was a short ride. And for others it was a longer one, through less lit places ...
By the end of 1974, I was usually hugging and kissing some of these girls each night.  However, none of these kisses scattered along the bike route was meant to be the first "well given" kiss of my teenage years, since this privilege would be reserved for a kiss that would come the summer of 1975.
Eduardo,1975.
Her name was Nelly. She was a little taller, darker skinned,  and older than me. She was pretty, with slightly curly hair and a long neck. I enjoyed her company a little more than the other girls’ and her conversation was also more interesting to me.
We kissed through her window, or in the darkness of the area around the workshops on Buenos Aires Avenue. This went on for several weeks, until there came the day of the definitive kiss.
It was like this:
One night in front of the workshops, standing on the wooden railroad ties that ran along Buenos Aires Avenue, I was kissing her. Suddenly she pushed me away gently with her hand. In the glow that came from the nearby Martinez Undertaker's neon sign, I could see her eyes. And she said:
"... Eduardo, that is how a boy kisses his mom". I still had not recovered from my surprise when she added: "I am going to teach you how a boy should kiss a girl". And then she kissed me.
It was a new and different kiss. A kiss that paled in comparison to all the misspent kisses that came before. A kiss that marked a "before" and "after". A kiss that charted a new era in the innocence of my 14 years of age.
Nelly smiled. "Did you like it?" she asked. And she also asked if I could repeat the lesson. I do not remember what my answer was for the first question, but I tried to be “diligent” in showing my yes to the latter. She did not present new claims.
Later my relationship with Nelly ended. I don’t remember how. What I do remember is that two years later she left her previous school and went to finish high school at Santa María Reyna, across from my house.
In those days, in the afternoons, I would wash my face, groom my hair, and then stand at the corner of my house in order to see the girls leaving the school. Among the group that passed by was Nelly. I smiled shyly. She smiled back mischievously.
And while she smiled, I seemed to find in the brightness of her eyes the reflection of a distant smile. The smile I saw two years previously, thanks to the glow of the neon sign outside the Martinez Funeral Home, in the darkness of the second block of Buenos Aires Avenue...
... the reflection of Nelly smiling at me after the lesson and the first kiss (well given) of my adolescence.
New Hampshire, USA
  November 2011

ps - If the reader were curious to know more about Nelly, a previous article provides additional references. This is the link:


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EL PRIMER BESO (¡... bien dado!)


EL PRIMER BESO (¡... bien dado!)

Eduardo: niñez y bicicleta. El 
primer beso todavía estaba lejos...
En 1972 mi papá cerró su tienda de abarrotes que tenía en la casa, y abrió un taller de reparaciones de triciclos y bicicletas en una especie de mercado persa que había en la segunda cuadra de la avenida Buenos Aires de Chimbote, entre los jirones Pizarro y Garcilaso.
En el taller también se alquilaban bicicletas por hora a los muchachos del barrio. Eran tiempos en que tener una bicicleta era casi un lujo. A la salida de la escuela yo ayudaba a mi papá en su taller, e igualmente lo hacía durante los fines de semana y las vacaciones escolares.
Diariamente el taller se llenaba de adolescentes esperando por su turno para alquilar una bicicleta.  Por alguna razón las chicas preferían que yo las atendiera. Y es así como me hice amigo de muchas de ellas... e incluso más que amigo!
Hacia fines de 1973 yo tenía 13 años de edad. En ese tiempo, para evitar robos en el taller, mi papá nos mandaba a mi hermano Fernando, quién tenía 14, y a mí a dormir allí.  Nosotros íbamos con mucho gusto, en realidad, había una buena razón para este buen talante.
Cada noche al llegar al taller, Fernando y yo escogíamos las mejores bicicletas y salíamos a pasear. Yo siempre iba en busca de las chicas del barrio, quienes con puntualidad me esperaban en las puertas de su casa por su “turno” para yo pasearlas en la “caña” de la bicicleta.
Noche a noche, media docena de chicas subían a mi bicicleta. Para algunas un paseo corto. Y para las otras un recorrido más largo, y por parajes más oscuros...
Hacia fines de 1974, cada noche yo abrazaba y besaba a varias de estas chicas. Sin embargo, ninguno de estos besos desperdigados en el camino de la bicicleta estuvo destinado a ser el primer beso “bien dado” de mi adolescencia, pues este privilegio estaría reservado para un beso que llegaría el verano de 1975. 
Eduardo,1975.
Nelly se llamaba. Era un poquito más alta, más oscurita y mayor que yo. Era guapa, de cabellos ligeramente ensortijados, y un cuello largo y distinguido. Gustaba de su compañía un poco más que la de otras chicas y su conversación me era también más interesante.
Nos besábamos en la ventana de su casa, y otras veces en las inmediaciones y la oscuridad de los talleres de la segunda cuadra de la avenida Buenos Aires. Llevábamos ya varias semanas de besuqueos y abracitos, hasta que llegó el día del beso definitivo. 
Fue así:
Una noche frente a los talleres, parados sobre los durmientes de la línea férrea que corría a lo largo de la avenida Buenos Aires, yo la besaba. De pronto ella me apartó suavemente con la mano. En el resplandor que nos llegaba del letrero luminoso de la Funeraria Martínez pude ver su mirada. Y ella me dijo:
“... Eduardo, esa es la forma como un chico besa a su mamá”. Aún no había salido de mi sorpresa, cuando ella añadió: “Yo te voy a enseñar cómo un chico debe besar a una chica”. Y entonces me besó. 
Fue un beso nuevo y diferente. Un beso que palideció a todos los besos malgastados antes de ese instante. Un beso que marcó un “antes” y un “después”. Un beso que trazó una nueva era en la inocencia de mis 14 años de edad.
Nelly sonrió. “¿Te gustó?”, me preguntó. Y me preguntó también si yo podía repetir la lección. No recuerdo qué respondí a lo primero, pero traté de ser aplicado en cuanto a lo segundo. Ella no presentó nuevas quejas.
Tiempo después acabó mi relación con Nelly. Tampoco recuerdo cómo. Lo que sí recuerdo es que dos años más tarde ella dejó su anterior colegio y vino a terminar la secundaria al colegio Santa María Reina, frente a mi casa.
Eran tiempos en que a cada atardecer yo me lavaba la cara, me acicalaba el cabello, y me paraba en la esquina de mi casa para ver pasar a las estudiantes que salían del colegio. Entre el pelotón de chicas pasaba Nelly. Yo le sonreía con timidez. Ella me sonreía con picardía. 
Y mientras ella sonreía, en el brillo de sus ojos me parecía encontrar el reflejo de una sonrisa más lejana que pude ver dos años atrás, gracias al resplandor del letrero luminoso de la Funeraria Martínez, en la oscuridad de la segunda cuadra de la avenida Buenos Aires... 
... El reflejo de Nelly sonriéndome luego de la lección y del primer beso ¡bien dado! de mi adolescencia.
New Hampshire, USA
 Noviembre, 2011
P.D.: Si el lector tuviera curiosidad por conocer algo más de Nelly, en un artículo anterior aporto otras referencias. Éste es el enlace: UNA VIEJA FRASE OLVIDADA
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sábado, noviembre 05, 2011

BAKER STREET STATION, EIGHT O’CLOCK A.M.



BAKER STREET STATION, 8:  
EIGHT O’CLOCK A.M.
Baker Street Station, London, England
Boom, Boom! goes my heart at eight o'clock in the morning while I wait on Baker Street Station’s west platform for the Circle Line train in London, England.
One hour earlier, Terry (my wife) and Dorothy (my daughter) had left our home in Walthamstow, and taken the train to Baker Street Station.
And what am I doing at that hour of the morning in the London subway station? ... The story goes like this:
In 1998 Terry was pregnant with Dorothy. And since we both worked full time, we talked about who would take care of the baby when she was born.
Normally, a British couple would pay someone, or some nursery, to take care of their young children while they work. But that was out of the question for us, because the costs were beyond our means.
So we decided that I should stay at home to take care of the baby and see whether I could work nights. My bosses accepted the change of shift and gave me a half shift from 4 to 8 am in the offices located one block away from Baker Street Station.
Boom, Boom! goes my heart. A sign announces that the eight o'clock train will arrive at any moment. I'm ready, standing on the very edge of the end of the platform where the sliding doors of the last carriage will open, and Terry will appear with Dorothy in her arms.
Meanwhile, Terry has already unbuckled the "kanguru" baby carrier that holds Dorothy, and she is ready for when the train stops and the doors are opened.
Boom, Boom! goes my heart. The train has stopped. I am in the right place. The doors are opening, Terry looks around for me among the platform crowd, finds me and steps down to hand me the baby and jump back on the train just before the doors are about to close...with an extra second to mouth a silent farewell before the train takes off.  
Far end of west platform, Baker Street Station 


Then Terry would continue on the same train traveling towards Notting Hill where she worked as a teacher at Southbank International School. As for me, at the edge of the platform, I buckled the “kanguru” up, and turned around to go to the opposite platform where I would take the train back to our house in Walthamstow.
There were many mornings when I arrived a few seconds late to Baker Street Station’s west platform, and I lost my "place" in the exact spot where the sliding doors of the Circle Line’s last carriage would open.
But even though the platform was always crowded, many of the waiting passengers were the same people who were there every morning. And if I lost my "place", there was always the voice of a European gringa who would say these words: "Please, excuse me, this gentleman needs to stand on the very edge of the platform.”
For Terry and I this was the morning routine from the time Dorothy was born until four and a half years later, when we moved from Europe to New Hampshire, USA.
At first, Terry handed Dorothy to me in the "kanguru" baby carrier. Then things got a little bit more complicated, since Dorothy came in a push chair (stroller). But the plan still worked.
And if it ever failed, it was not our fault. It was due to something like railway employee strikes, or security alerts. In these cases the train station closed. But we had a Plan "B".
And what was Plan “B” about?
Terry would take the baby to her work in Notting Hill, and I would reach them by some other means of transport.
In these cases, when arriving to Terry’s classroom, the scene was always the same: the students were not paying much attention to the teacher, “Miss Terry”, since they all preferred to play with her daughter.
Since my family and I left London in 2003, we always return to this great city every couple of years. Among the spots I visit I like to go back to my "place" on Baker Street Station’s west platform.
I go to it in pilgrimage, in search of strength and inspiration. And because I think there are things in life that we must love forever.
New Hampshire, USA
November 2011
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BAKER STREET STATION, OCHO EN PUNTO DE LA MAÑANA



BAKER STREET STATION, OCHO EN PUNTO DE LA MAÑANA 
Baker Street Station, Londres-Inglaterra
¡Pum, Pum! Suena mi corazón a las ocho en punto de la mañana mientras espero por el tren de la Circle Line, en el andén oeste de Baker Street Station en Londres, Inglaterra.
Una hora antes, Terry, mi esposa y Dorothy, mi hija han salido de nuestra casa en Walthamstow, y han tomado el tren con dirección a Baker Street Station. 
¿Y qué hago yo a esa hora de la mañana en aquella estación del metro londinense?... la historia es así:
En 1998 Terry estuvo embarazada de Dorothy. Y considerando que ambos trabajábamos a tiempo completo, conversamos acerca de quién cuidaría a la niña cuando nazca.
Normalmente, una pareja británica paga a alguien, o a alguna guardería para hacerse cargo de sus hijos pequeños mientras ellos trabajan. Pero eso estaba descartado para nosotros, pues los costos estaban por encima de nuestras posibilidades económicas. 
Entonces decidimos que yo me quedara en casa a cargo de la niña y viera la posibilidad de trabajar por las noches. En el trabajo aceptaron el cambio de turno y me dieron medio horario: de 4 a 8 de la mañana en las oficinas ubicadas a una cuadra de Baker Street Station.
¡Pum, Pum! Suena mi corazón. Un letrero anuncia que el tren de las ocho arribará en cualquier momento. Ya estoy listo, parado en el borde mismo del extremo final del andén, donde las puertas corredizas del último vagón se abrirán y aparecerá Terry con Dorothy en sus brazos.
Entre tanto Terry ya se ha desabrochado el “canguro” donde carga a Dorothy, y está lista para cuando el tren se detenga y se abran las puertas.
¡Pum, Pum! Suena mi corazón. El tren se ha detenido. Yo estoy en el sitio correcto. Las puertas se están abriendo, Terry me busca con la mirada entre el gentío del andén, me ubica y entrega a la bebé al tiempo que las puertas del tren se cierran... Y todavía hay un segundo adicional para gesticular un adiós con la boca.

Extremo final del andén oeste de Baker Street Station
Luego, Terry continuaría de largo en el mismo tren con destino a Notting Hill donde trabajaba como profesora para el Southbank International School. En cuanto a mí, en el borde del andén, me abrocho el "canguro", y doy la media vuelta para ir al andén opuesto donde cogeré el tren de regreso a nuestra casa en Walthamstow. 
Muchas mañanas hubo en que llegué con algunos segundos de retraso al andén oeste de Baker Street Station, y perdía mi “sitio” en el punto exacto donde las puertas corredizas del último vagón de la Circle Line se abrirían.
Pero, a pesar de que el andén siempre estaba abarrotado de gente, muchos de estos pasajeros eran las mismas personas de cada mañana. Y si yo perdía mi “sitio”, no faltaba la voz de una gringa europea que dijera estas palabras: “Por favor, disculpen, este señor necesita estar parado en el borde mismo del andén”.
Para Terry y yo esa fue la rutina de cada mañana desde que Dorothy nació hasta cuatro años y medio más tarde cuando dejamos Europa para mudarnos a New Hampshire, USA.
Al principio Terry me entregaba a Dorothy en un “canguro”. Luego las cosas se hicieron un poquitín más complicadas, pues mi hija venía en un andador. Pero el plan siguió dando resultados. 
Y si alguna vez falló no fue por culpa nuestra. Se debió a algún paro de los empleados de los trenes, o a alguna alerta de seguridad. En estos casos la estación del tren cerraba. Pero nosotros teníamos un Plan “B”.
¿En qué consistía?
Terry seguiría de largo con la niña hasta su trabajo en Notting Hill, y yo le daría el alcance luego por algún otro medio de transporte. 
En estos casos, al llegar al salón de clase de Terry, la escena era siempre la misma: los alumnos no prestaban mucha atención a la profesora Terry, pues todos preferían jugar con la pequeña. 
Desde que mi familia y yo dejamos Londres en el 2003, siempre regresamos cada dos años a esta gran ciudad. Entre los lugares que visito me gusta volver a mi “sitio” en el andén oeste de Baker Street Station.
Voy a ella en peregrinación, en busca de fuerzas e inspiración. Y porque pienso que hay cosas en la vida que debemos amar para siempre.
New Hampshire, USA
Noviembre, 2011
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